No toda violencia contra las mujeres les deja marcas visibles. Hay otras formas —quizás más graves— que afectan su confianza y salud mental; conductas que son aceptadas e incluso estimuladas como prácticas deseables de socialización, principalmente entre los hombres, que las usan como mecanismos para afirmar su masculinidad.

Algunas de estas prácticas se disfrazan de “juegos” y “bromas” para que sean consideradas interacciones inocentes o bienintencionadas, aunque en realidad son mecanismos que reproducen estereotipos sexistas que —consciente o inconscientemente— pretenden legitimar la sumisión de las mujeres y reprimir comportamientos que se consideran “impropios de las mujeres”, sobre todo, cuando se relacionan con el ejercicio del poder.

Estas conductas o actitudes intentan ser inocuas y aún “cordiales”, pero su propósito, además de incomodar, es violentar a las mujeres.

El psiquiatra argentino Luis Bonino, las denomina “micromachismos” y las ha definido como: formas “suaves” de dominación o de “bajísima” intensidad; comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones realizan para ejercer “su autoridad” sobre las mujeres.

Los micromachismos —afirma Bonino— buscan que las mujeres continúen comportándose conforme a los roles tradicionales de género y así, los hombres conserven los privilegios que el patriarcado les proporciona. (Los micromachismos, 2004).

Entre algunos de los micromachismos más frecuentes están el manterrupting, que define la interrupción innecesaria y constante de un hombre cuando una mujer está hablando, hecho que se produce porque el hombre en esa circunstancia considera que su opinión tiene mayor valor e importancia que la de la mujer.

De acuerdo con el NY Times, un estudio de la Universidad de Pennsylvania concluyó que los hombres interrumpen tres veces más a una mujer que a un hombre. Y, según la universidad de Princeton, los hombres que utilizan ese recurso dominan el 75 por ciento de las conversaciones en reuniones de trabajo.

El mansplaining, que da nombre a la tendencia de algunos hombres por explicar a las mujeres con actitud paternalista y condescendiente, surge de la suposición —equivocada— de que un hombre —por el sólo hecho de serlo— sabe más que cualquier mujer, aunque esta sea experta o tenga más experiencia que él en el tema que se está tratando.

El bropiating es la apropiación del crédito de una idea generada por una mujer y el gaslighting es una forma de abuso emocional, en la que se manipula a la víctima para que dude de su percepción, juicio o memoria, lo que ocasiona a las que la sufren: ansiedad, confusión e incluso depresión.

La expresión gaslighting, fue tomada del título de la película: “Gas Light”, en español: “Luz que agoniza”, de 1940 e interpretada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, y en la cual el protagonista masculino pretende convencer a su esposa —mediante pequeños detalles— de que está enloqueciendo.

Para Bonino algunos de los efectos más importantes de esas formas de abuso son el sobreesfuerzo psicológico con agotamiento de las reservas emocionales, inhibición del poder personal, inhibición de la libertad y aumento de actitudes defensivas y de queja ineficaz, bloqueo o desmoralización e inseguridad, malestar difuso y deterioro variable de la autoestima y la autocredibilidad. Efectos que, en el corto, mediano o largo plazo afectan a las mujeres y su desarrollo en las organizaciones, además de que perpetúan la desigualdad y la violencia.

Es importante exponer cuáles son los micromachismos, así como los daños que producen, para que los que realizan este tipo de conductas se responsabilicen de su comportamiento adoptando actitudes respetuosas y, sobre todo, libres de violencia y discriminación contra las mujeres.

Las autoridades del Estado mexicano tenemos la obligación de crear entornos libres de violencia contra las mujeres, por lo que erradicar los “micromachismos” en el ambiente laboral de los entes públicos, es una forma más de coadyuvar al cumplimiento de esa meta y una forma positiva y solidaria de apoyar a las mujeres para el desarrollo —sin obstáculos— de sus potencialidades, que aportan también, desde el trabajo remunerado, al auténtico fortalecimiento de las instituciones.

Magistrada de la Sala Superior y Presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Tribunal Federal de Justicia Administrativa.
Twitter: @z_mosri

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