En los últimos días se ha estado hablando de la pandemia, y de los estragos que trae consigo la misma, tal parece que hemos encontrado el pretexto perfecto para tener a quién culpar nuestras fallas.

Hemos encontrado un buen causante de que el capitalismo haya fallado, que la economía esté fracturada, que los políticos no estén a la altura de las circunstancias, que los sistemas de salud sean deficientes, que los empresarios vean más por sus ganancias que por sus empleados. Pero también a nivel personal, parece que no estamos preparados, para vivir en armonía familiar cuando estamos todos reunidos en el hogar, y tenemos que convivir por horas y horas con nuestros seres amados.

Al parecer, el virus trajo consigo violencia intrafamiliar, mayor demanda de divorcios, cuando se trata de nuestra convivencia con los otros, pero también depresión, ansiedad entre otras cosas, cuando se trata de estar con nosotros mismos.

Se ha hablado hasta demás en el sentido de lo que debemos de hacer para sobrellevar esta cuarentena, ha surgido lo mejor en muchas personas al querer ayudar al más necesitado, y hacer donaciones sin que tenga que ser publicado o generar más seguidores, hay muchas personas que lo hacen por devolver algo de lo que la vida les ha proporcionado, pero también ha manifestado el lado negativo de la histeria colectiva, al agredir a los médicos y enfermeras que día a día se encuentran al frente de batalla y todavía nosotros los apedreamos, insultamos o no les queremos brindar algún servicio.

Estas situaciones que surgen no tienen nada que ver con la pandemia, tiene que ver con la calidad de personas que hemos cultivado en la sociedad, se trata del reflejo de nuestros corazones al ser egoístas y querer acaparar todo en el supermercado.

Casos como escupir e infectar el lugar porque no me trataron “como yo me merezco”, solo nos habla de la pobreza del alma en la que vivimos las personas.

Es bueno no desorientaros y entender, que hay circunstancias que no podemos controlar nosotros como seres humanos, pero en definitiva, el como reaccionamos, indudablemente depende de nuestra salud mental y emocional, de la capacidad que tenemos para discernir, detenernos un momento ante nuestros instintos y pensar que no somos los únicos.

Al final hemos visto que el virus y la muerte no entiende de clases sociales, razas o ideologías, por supuesto que para todos es desconcertante lo que habremos de hacer una vez que esto pase, y nos preocupa y estresa el no saber cuando pasará, y todo es porque tenemos la falsa ilusión de que aparentemente lo controlamos todo, pero nos hemos dado cuenta que no controlamos mucho.

Sería bueno no culpar al virus, a la pandemia, o la contingencia de salud en la cual todos estamos, sería pertinente tratar de ver más allá y poder visualizar ¿qué es lo que hemos hecho para llegar a este momento? no porque no veamos algo, significa que no exista y tal parece que hay mucho más en lo que no vemos.

La teoría de la evolución dice que sobrevive el que mejor se adapte a las circunstancias, y Confucio nos enseñó que no podemos esperar resultados diferentes haciendo siempre lo mismo, entonces algo tenemos que modificar, y lo mejor que podemos hacer para cambiar el mundo, es evolucionar nosotros mismos. La realidad que se vive afuera, solo es el espejo de nuestro interior.

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