Hay una frase que un amigo me compartió en una ocasión: “cuando la perseverancia se vuelve terquedad”.

Es muy difícil poder observar en que momento dejamos de ser perseverantes y empezamos a aferrarnos a algo de manera errónea. La mayoría de los casos nos aferramos a diferentes cosas en la vida, puede ser a momentos, a un pasado añorado, a una persona, a posesiones materiales, puede haber un gran etcétera de cosas a las cuales nos afianzamos.

Aferrarse es agarrar algo con mucha fuerza, y en esa fuerza hay un desgaste de forma energética cuando tu enfoque está en retener aquello a lo que te aferras, por ejemplo cuando nos aferramos a una relación, por muy desgastadas que están las partes nos seguimos sosteniendo de ello, y generalmente es por que nos obstinamos a un pasado que ya no existe, por que al principio fue bueno, por todo lo que se sentía mientras empezaba, y entonces añoramos todo eso maravilloso que cuando empieza a aparecer lo negativo, terminamos de alguna manera justificándolo.

Podemos también aferrarnos a nuestras ideas, muchas de las cuales poseemos, y ni siquiera son nuestras, sino que son heredadas por nuestros padres, familia, entorno o cultura, y no nos detenemos a validar si estas corresponden a nuestra realidad, simplemente las tomamos como ciertas y a partir de ahí, simplemente las poseemos como nuestras.

Nos aferramos a un pasado, puede ser negativo o positivo, si nuestro pasado fue positivo de alguna forma queremos siempre seguir reviviéndolo, pero hay una frase de la madre Teresa de Calcuta la cual nos dice: “no vivas de fotos amarillas”; si es negativo, y de alguna manera aprendimos a defendernos en el, seguimos teniendo las mismas defensas cuando a lo mejor en el presente ya no es necesario y también tendríamos que hacer una valoración adecuada de ello.

Se nos habla tanto en la actualidad de aprender a soltar que nos fuimos al extremo de no agarrarnos de nada y tener relaciones con todo y con todos de manera tan superflua que también sería muy negativo para nosotros, por ello la invitación es siempre apostarle al equilibrio en todo. Para aprender a soltar, también primero tendríamos que darnos cuenta, a que nos estamos aferrando que nos hace daño, y seria también preguntarnos ¿por qué necesitamos aferrarnos a ello? Siempre tienes que tener claro que para agarrar algo tienes que tener las manos vacías.

Recuerdo una historia: Un alpinista, desesperado por conquistar una montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros. Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire. El alpinista solo podía sentir la terrible sensación de la caída en medio de la total oscuridad. En esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. De repente, sintió el fuerte tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña. En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: ¡ayuda! Aquel alpinista, aterrorizado, se aferró más aún a la cuerda. Al siguiente día el equipo de rescate encontró al alpinista muerto, colgado de la soga a menos de un metro de una superficie, él se pudo haber salvado, pero prefirió aferrarse antes que intentar soltarse.

¿Cuántos de nosotros estamos colgados de una cuerda y nos aferramos a ella? Tal vez si nos soltamos encontraremos lo que buscamos ¿o tal vez no? Pero por lo menos lo intentamos. Y tú ¿a que te aferras? ¿de que necesitas liberarte?

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