Con el alto desarrollo que la sociedad ha alcanzado, siempre se requiere de personas altamente especializadas en las diferentes áreas del conocimiento, ahora donde antes solo se requería un conocimiento técnico se pide licenciatura , donde antes solo licenciatura, ahora maestría, y donde antes con únicamente maestría en la actualidad se requiere doctorado; los avances sociales, culturales, tecnológicos y de desarrollo que se han logrado han sido gracias a la especialización de capital humano con el que se cuenta, pero por mucho conocimiento técnico o especializado que posea una persona no debería de perder el más esencial: “ser humano”.

Nos hemos enfocado tanto en el recurso especializado humano que nos hemos olvidado de la persona, o por lo menos lo básico, que como seres sociales debemos poseer, para la armoniosa convivencia social. Los valores son características importantes que nos ayudan a ser mejores, tanto de forma individual así como colectiva.

Los valores como pilares fundamentales de nosotros los seres sociales, es algo que en nuestros días se busca mucho, hasta en las mismas multinacionales, aquellas que promovieron la alta especialización, hoy en día buscan personas con calidad humana, más que títulos universitarios ostentados, que sean personas que a través de sus valores como el respeto, tolerancia y justicia sepan promover verdaderos equipos de trabajo.

Hay una historia muy interesante, se dice que en una planta, la producción sufrió un notable retroceso hasta quedar virtualmente paralizada. Se contrataron nuevas obreras, totalmente sanas, que, paulatinamente, al cabo de pocas semanas, empezaron a ser víctimas de enfermedades inexplicables. Como sus antecesoras tuvieron que ser dadas de baja y sometidas a una cura de reposo. Se recuperaron rápidamente, pero tan pronto como regresaron al trabajo volvieron a enfermar en pocos días.

La empresa contrató a un psicólogo que, finalmente, acabó identificando al «agente patógeno». Se trataba del ingeniero inspector de la producción. Este había colocado los puestos de trabajo de tal modo que podía llegar por detrás hasta cada una de las obreras, lo que solía hacer caminando silenciosamente con zapatos de suela de fieltro, sorprendiendo y asustando así a las mujeres con sus exclamaciones de reproche cuando opinaba que se distraían en su trabajo.

Ese supervisor no pudo entender que el psicólogo le advirtiera que su método de vigilancia no aumentaba el rendimiento ni la moral de sus obreras. Pero se había convertido en un permanente factor del estrés de estas y con su actuación paralizaba su capacidad de trabajo y su moral. Su disposición psíquica y su salud se veían peligrosamente amenazadas.

Además de este tipo de comportamientos en los centros laborales, también hay altos ejecutivos que cuentan con una preparación académica envidiable, pero carecen de educación, al no mostrar respeto por el personal a su cargo.

Lo cierto es que podríamos buscar muchos culpables, que seguramente algo de razón se pueda tener en unos y otros, por ejemplo nuestro sistema educativo, donde se fomenta mucho el destacarte a través de exámenes porque ahí se muestren la supremacía de tus capacidades por sobre lo demás, lo que en determinado momento te catalogarán como el mejor, hay muchos estudios que indican que las personas que en sus carreras académicas han tenido una boleta de calificaciones intachable, muestran dificultad para relacionarse con las personas.

Debemos buscar un perfecto equilibrio. A veces no se trata de los títulos profesionales que podamos llegar a poseer, de cuantos doctorados tengamos, sino que calidad de seres humanos somos, podemos ser los más instruidos en algún campo del conocimiento pero carecer de la mínima educación. El mundo requiere de cambios de paradigmas, y nosotros debemos de decir a través de nuestras acciones el mundo que queremos para nosotros.

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