Hubo una tarde de domingo en uno de esos viajes que realicé a la Ciudad de México, caminando entre el bullicio y el mar de personas, de pronto me empiezo a extrañar por una multitud que venía por una de las avenidas principales, alrededor de la Alameda central; era una marcha por el orgullo LGBT, entiendo que se busca la tolerancia hacia las diferentes formas de vida, de pensar y de más cosas que el tema puede conllevar, de todo ese mar de personas, como ya dije, logro identificar un pequeño grupo de jóvenes que comulgaban con la marcha y se les veía contentos, sigo caminado hacia el Zócalo, y a ese mismo grupo jóvenes me lo vuelvo a encontrar casi llegando a la Plaza, gritándole y atacando verbalmente a una mujer de la tercera edad, que solamente estaba leyendo La Biblia, con un megáfono, para que, entre el ruido de la algarabía, se pudiera seguir escuchando lo que ella leía; pero estos jóvenes que cuadras atrás gritaban de alegría por el movimiento LGBT y gritaban consigas de respeto y tolerancia, ahora, a unos cuantos pasos estaban atacando a una mujer, solo porque leía o compartía algo que a ellos no les parecía, gritándole cosas como: “váyase a su casa vieja metiche”, “usted que se mete en la vida de los demás”, “mejor váyase atender a su casa”, entre otras cosas verdaderamente insultantes. Todavía lo más… (póngale usted el adjetivo) curioso es que llegaron los policías y le pidieron a la señora que se retirara y dejaron de acosarla.

Entonces me resultó bastante “doble moral” por llamarlo de alguna manera, que los mismos que pedían respeto, cuadras más adelante agredían sin respeto a una señora, y todavía lo más absurdo es que la autoridad decidió retirar a la señora y no tratar de alejar a los jóvenes. En fin, de esta pequeña anécdota solamente vi una porción de lo acontecido, por supuesto puede estar sesgado el relato, pero bueno cada quien saque sus propias conclusiones.

¿Cuántos de nosotros tenemos estas situaciones de creer algo profundamente y a la vez actuar contrario a ello? Esta idea de doble pensamiento, o pensamientos opuestos, los jóvenes de esta historia defendían los valores, que en apariencia todos o la gran mayoría defendemos; el respeto, tolerancia y aceptación por la diversidad, pero en la práctica, fueron intolerantes con alguien que exponía una postura diferente a la de ellos. Entonces ¿solo somos tolerantes con quien comparta nuestra misma ideología? Eso no sería tolerancia, ni respeto, eso es segregar, o como lo llamaría Sartori, la Dictadura de la mayoría.

¿Cuántos de nosotros vemos en el respeto y la tolerancia, los pilares fundamentales de una sociedad verdaderamente libre y justa?, ¿Pero cuantos de nosotros atacamos en redes sociales ideas que son desde nuestro punto de vista antiguas? Al grado tal, de ya no atacar las ideas, sino a las personas, parece que en la búsqueda de la “tolerancia” y la diversidad se llega a intolerar.

¿Cuántos casos no hay de personas famosas que ven sus carreras truncadas por los ataques en redes sociales, o cuantas personas como tú o como cualquier otro que no tenga una vida publica, también ve su vida afectada porque a alguien se le ocurrió atacarla, y los demás como buenos “defensores de las causas justas”, decidimos compartir, difundir, comentar, atacar sin siquiera detenernos a pensar, ¿a quién estamos agrediendo? no es solo a un perfil, sino una persona como cada uno de nosotros.

Muchas veces las personas defendemos cosas, sin darnos cuenta que, al mismo tiempo, estamos atacando otras. Hace falta detenernos un momento, hacer una pausa y reflexionar, si realmente estamos siendo racionales o simplemente nos dejamos llevar por nuestros impulsos. Considero que vale la pena pensar en usar siempre la razón, la conciencia y nuestro criterio, porque estos son los verdaderos frenos del ser humano, ante nuestras emociones.

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