En algún momento de nuestra vida hemos tenido que cargar con algo durante un largo tiempo. Y por pesado que pareciera al principio, poco a poco nos vamos acostumbrando a ello, puede ser la mochila pesada que llevábamos cuando estábamos en la escuela, o un maletín cuando vamos al trabajo, o algo que por alguna necesidad tengamos que traer con nosotros y como no es algo ordinario, al principio nos parece algo cansado y hasta agotador, dependiendo de lo que se trate. Conforme pasan los días, cada vez sentimos menos ese cansancio, no es porque haya disminuido el peso, es sin duda porque nos vamos acostumbrando a llevarlo, a tal grado que empieza a formar parte de nosotros y lo llevamos con tal habilidad que a la vista de los demás pareciera que tenemos poderes sobre naturales, y se sorprenden que nosotros lo carguemos con gran destreza. ¿No te parece, qué de alguna forma, sucede lo mismo con el dolor?
Hay dolores en la vida que nos llegan, los cargamos y llevamos con gran pesar en nuestra existencia, a tal grado que hay ocasiones en que genuinamente llegamos a pensar que no podremos más, sin embargo avanzamos o por lo menos es lo que hace la gran mayoría de las personas. El hecho aquí es que lo mismo sucede con ese dolor, lo cargamos a cuesta arriba, hasta que llega el momento que ya ni siquiera nos percatamos que lo portamos, no es que no exista, solo que nos acostumbramos a cargarlo que lo hicimos parte de nuestra vida.
Todos los dolores que llegamos a sentir en nuestra vida son parte de la misma, pero hay pesares con lo que tienes que aprender a vivir: como la perdida de nuestros padres, la perdida de alguno de los hijos, la perdida de una pareja, una traición amorosa, el hecho de sentir la decepción, la perdida de un negocio o un empleo de mucho tiempo. Los seres humanos tendemos a crear vínculos y estos son de suma importancia para nuestra salud emocional, y cuando algo sucede o se pierde, sin duda nos causa un gran dolor y pena.
Sentir dolor, es una señal inequívoca de que tenemos vida, si nada nos causará dolor entonces tendríamos que ver, porque le perdimos sentido a nuestra existencia. Solo debemos de tener cuidado de que el dolor no nos convierta en personas que no somos. A veces nos perdemos tanto en él, que tendemos a ser diferentes, debido a que no es lo mismo caminar con algún pesar, que sin él.
Se ha comprobado científicamente, que cuando una persona vive con dolor físico, tiende a ser una persona que socializa poco, debido a que el malestar, nos hace irritables y cualquier cosa nos suele incomodar, esto sin duda afecta a quienes están a nuestro alrededor porque tarde o temprano optaran por no querer convivir con nosotros, y se alejarán y cuando las personas se alejen, nos sentiremos abandonados y cuando uno se siente desatendido, baja la autoestima, y una persona con baja autoestima tiende a ser destructiva emocionalmente y a su alrededor, para el final replicarlo dentro de ellos mismos. Ahora imagínate ¿qué sucede cuando el dolor es emocional? No hay una forma de medirlo y solo nos quedan nuestras palabras, pero ni siquiera las palabras logran definir mi sentir. Cuando cargamos con ese peso debemos de ser consientes que hay personas a nuestro alrededor, como familia, pareja, o colegas de trabajo, y nuestro comportamiento los afectará en alguna medida, por ello, comento que es importante ser cuidadosos de que el dolor no nos convierta en personas que no somos.
El dolor nos puede ayudar a ser personas más resilientes, y contribuirá enormemente si sabemos gestionarlo de forma adecuada. Sobre todo dejarlo cuando ya no sea necesario llevarlo con nosotros. También nos puede ayudar a saber, que somos más fuertes de lo que pensábamos, que podemos superar cosas que en el pasado considerábamos impensables. Tratemos de obtener el mejor aprendizaje de nuestro dolor, aprendamos a llevarlo solo lo suficiente, porque como seres humanos a todo nos acostumbramos, hasta a lo malo. Jamás nos habituemos a siempre cargar con el dolor y aprendamos a soltarlo.
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