La conciencia colectiva es la mejor alquimia que las personas poseemos. En estos tiempos de cuarentena obligada es momento de hacer virajes introspectivos ante diversas reflexiones que el COVID-19 nos invita a realizar.

El coronavirus nos recuerda que la humanidad somos una familia, esto lo vemos, porque no discrimina, no hace excepción de personas, sin importar el lugar, cultura, idioma o nuestro color de piel, a todos nos ataca por el simple hecho de ser humanos.

Nuestro mundo se ha estado fragmentado en los últimos años, debido a la xenofobia, racismo y discriminación, cuando nosotros nos creíamos ya alejados de esos problemas, existe una tendencia al regresionismo, parece que no hemos aprendido de la historia, porque la xenofobia fue lo que nos llevó, a lo peor del siglo XX: guerras y holocaustos.

Tal parece que tenemos que aprender de la disciplina colectiva, hemos ya explotado mucho el individualismo y tal parece que sé está convirtiendo en el enemigo de la colectividad, especialmente en estas circunstancias donde se requiere de una conciencia social, los países asiáticos que están manejando de una manera más asertiva la crisis de salud del COVID-19, son países donde se promueve mucho la colectividad, y existe una disciplina de la cual tendríamos que aprender nosotros también.

Esta crisis nos invita a hacer lo correcto, en ser más empáticos, y tratar de pensar más en la otredad, hechos tan simples como el no querer acaparar todos los artículos de primera necesidad, porque hay más personas que también los necesitan y no, nos los podemos acabar, además de seguir las recomendaciones de cuidados para nosotros mismos porque de esa forma protegemos a quienes nos rodean.

Otra reflexión interesante en la cual nos tenemos que detener un momento, es en escuchar el mensaje que nos está dando el planeta, al ver las aguas de Venecia con su pristinidad original, sin tanta suciedad, playas más limpias, ciudades y metrópolis enteras con menos índices de contaminación, hemos estado en un ritmo tan acelerado que no nos hemos percatado o no nos hemos querido dar cuenta del daño que estamos causando a nuestro alrededor.

Tuvimos que ser obligados por un virus en detenernos y darle tregua a un mundo tan agitado en el que vivimos, pero que no debemos quejarnos, debemos trabajar por el, en colectividad, debemos de ser conscientes que si hoy enfrentamos una realidad adversa, es porque a este momento nos ha llevado, las consecuencias que hemos tenido que asumir, por una vida llena de movimientos acelerados, de energía negativa, de no reconocernos a nosotros mismos, y nos hemos distanciado de lo que verdaderamente el ser humano tiene que proveer: sonrisas, amor, y capacidad de abrazar nuestra colectividad.

En estos días llegó a mis manos una frase por medio de estas cadenas de WhatsApp que decía: “y de pronto despertamos un día y todo cambio; en Disney se apagó la magia, la muralla China no es tan fuerte, Nueva York si duerme y ningún camino quiere conducir a Roma, los abrazos y los besos se transformaron en armas peligrosas y la escasez de productos nos demuestra una vez más lo egoístas que somos".

Pero también podemos ver videos de los balcones en Italia, donde los músicos salen a deleitar con su arte, en España a través de redes sociales se organiza un minuto de ovaciones y aplausos para los médicos y enfermeras que arriesgan su vida para cuidar a sus enfermos, oraciones y cantos se escuchan de personas que jamás se han visto, pero se unen por una causa y esa causa es nuestra humanidad.

Nuestra humanidad ya esta puesta a prueba, depende de todos y de nuestra conciencia social como lo vamos a superar.

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