Por primea vez en historia de EU, se realizaron dos juicios políticos contra un presidente, pero a pesar de contundentes pruebas en su contra, fue absuelto. La principal razón de esto último, es que dichos juicios (impeachment) no pretenden comprobar si se es culpable o no, sino decidir, con criterios políticos y partidistas, si se le sanciona o no. Lo anterior equivaldría a que un juez, en lugar de dar una sentencia objetiva acorde a las pruebas y a la ley, sometiera al voto de la población si una persona es culpable o inocente.

La posición de los senadores republicanos comprobó que son los intereses personales y no la verdad o la justicia, lo que determina -en EU, en China, en México o en cualquier parte- la conducta de los políticos. Aunque los excesos y autoritarismo antidemocráticos de un populista aspirante a dictador provocaron que el Partido Republicano perdiera la presidencia y el control del Senado; que existen pruebas de que incitó a sus huestes a tomar el Capitolio; que ello ocasionó la muerte de 5 personas; que corrió peligro la vida del vicepresidente, y que fue un conato de golpe de Estado, solo 7 republicanos votaron conforme a su conciencia y dignidad. Los restantes 43 lo absolvieron para no enemistarse con los seguidores de Trump y arriesgar su reelección. El líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConell ilustró vívidamente la hipocresía de los que la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, llamó “cobardes”: admitió que, práctica y moralmente, Trump fue responsable del ataque contra el Congreso, pero votó en contra de su culpabilidad. No fue absuelto del cargo de “incitación a la insurrección”, sino que no se le culpó de ello porque la moción no recibió los 67 votos necesarios.

Esta farsa fue precedida por la que tuvo lugar entre 2019 y 2020, pues a pesar de que en el primer juicio solo se le acusó de “abuso de poder” y “obstrucción al Congreso”, en sus deliberaciones se confirmò que Rusia intervino en favor de la elección de Trump, y que chantajeó al presidente de Ucrania para que iniciara una investigación criminal contra el hijo de su contrincante demócrata, Joe Biden. Ese juicio fue precedido por la investigación (Russiangate) del Fiscal Especial Robert Mueller, sobre las acusaciones contra Trump, su familia y colaboradores de recibir ayuda de Moscú para ganar las elecciones. En esa ocasión tampoco se obtuvieron los 67 votos para sancionarlo con la destitución del cargo, pues los senadores republicanos desecharon la verdad y la rectitud para no enfrentar la furia presidencial y perder el apoyo electoral de sus fanáticos.

Merced a la complicidad de los republicanos, el demagogo Trump desvirtuó los procedimientos democráticos y el sistema de pesos y contrapesos, saliendo impune de sus increíble fechorías. A pesar del embate contra la democracia estadounidense, sobrevivió gracias al compromiso con ella de la población que voto contra su reelección, y a la loable actitud de algunos funcionarios que contrastó con la abyecta sumisión de los lideres republicanos. Frente a la intención de Trump de involucrar al ejercito en los disturbios de la campaña electoral, el Secretario de la Defensa, Mark Esper, fue despedido porque, apegándose a la Ley Posse Comitatus de 1878, se opuso a ello. El general Mark MIlle, Jefe del Estado Mayor Conjunto, fue mas enfático: los militares no juramos lealtad a un rey, a un tirano, a un dictador, o a un individuo, sino a la Constitución. El final del nefasto episodio populista de Trump tiene importantes lecciones para México.

*Internacionalista, embajador de carrera y academico.

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