El principal objetivo de la ONU fue preservar la paz y seguridad internacionales, pero como se creó en 1945 cuando la globalización ya había forjado un mundo profundamente interconectado, se le dotó de un vasto sistema de organismos y programas (PNUD, BM, FMI, OACI, OMM, FAO, UIT, OMS, OIT, UNESCO, OIEA, PNUMA etc.) para que pudiera lidiar con las intensas conexiones entre los países y pueblos del mundo. Como esa interdependencia trajo consigo múltiples problemas de dimensión global, se cobró conciencia de que la única forma de atacarlos, era mediante acciones también globales de todos los Estados en las instituciones internacionales. En virtud de que fenómenos como el surgimiento de una economía mundial unificada, las comunicaciones digitales y el fin de la Guerra Fría intensificaron la globalización y los problemas que la acompañan, fue necesario ir creando nuevos organismos. Uno de los mas recientes fue el G20 integrado por las 20 principales economías del planeta, para encarar la grave crisis económica de 2008-2009. No obstante que se cuenta con un impresionante andamiaje institucional para hacer frente a las complejidades del sistema internacional del siglo XXI, no solo los problemas del cambiante entorno planetario a menudo lo rebasan, sino que los intereses políticos coyunturales no siempre concuerdan con las exigencias del curso de la historia.

En efecto, han aparecido políticos con agendas nativistas, nacionalistas, antimultilateralistas y aislacionistas, que desdeñan la importancia e inevitabilidad de la globalización, así como la imperiosa necesidad de confrontar los graves problemas globales que amenazan a la humanidad. Como igualmente niegan los datos duros de la ciencia y de la realidad, descalifican, niegan, ignoran, eluden o desatienden dichos problemas para que no se distraiga la atención de sus agendas populistas y sus egocéntricas ambiciones. La actual pandemia del coronavirus es un trágico ejemplo de que lo que mas les importa son los votos y su popularidad.

Por conveniencias político-electorales e ideológicas, el gobierno del PSOE convertido en populista por su alianza con el radical Podemos, no suspendió la gran manifestación feminista del día de la mujer: hoy día Madrid es el epicentro del brutal contagio que azota al país. El Trump británico, Boris Johnson, tampoco tomó las medidas de distanciamiento social para no perjudicar su popularidad ni la economía ya maltrecha por el absurdo y populista BREXIT: el país y él mismo están infectados. Desde enero Trump fue informado de la peligrosidad de la pandemia, pero tampoco hizo lo recomendado por la OMS para no entorpecer su reelección adoptando medidas sociales y económicas impopulares: EU ya es el epicentro mundial de la pandemia. El populista brasileño Bolsonaro calificó el problema de mera fantasía: Brasil ya tiene mas de 1000 infectados y 136 muertos. López Obrador también negó su peligrosidad, recomendó seguirse abrazando, salir a la calle y protegerse con amuletos, para no perder popularidad y tener que aplicar medidas que perjudiquen una economía ya en recesión: el numero de infectados ya superó los 1,500, el de fallecidos llegó a 30, y se decretó emergencia sanitaria nacional.

El populismo nativista de nuestros días antepone sus intereses a las grandes amenazas vinculadas a la globalización, a la realidad, a la verdad y al sentido común. Como han manejado la crisis pandémica con interesados criterios políticos e ideológicos y no científicos y de salud publica, la gravedad del problema se ha agudizado, y las consecuencias de ello serán graves para la población, la economía y para ellos mismos.

Internacionalista, embajador de carrera y academico

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