No hay regreso, el absolutismo produce absolutos, sin términos medios, el que lo tiene todo apetece más, esa es nuestra realidad. Mayorías calificadas que permiten la manipulación de la Constitución y, por efecto, la estructura republicana. Se esfumó el contrapeso, en unas semanas se inaugurará una nueva época judicial alineada al régimen que ha apiñado el control bajo el falaz pretexto de la austeridad, por cierto, causa oxidada en sus glamurosas vacaciones, quién les cree.

Lo que sigue es la reforma electoral la que, analizada con la visión avasalladora de las previas, será la crónica de una aplanadora anunciada con los enormes riesgos que comprometen a la frágil democracia mexicana. No se trata de llorar antes del golpe, pero las experiencias recientes no admiten margen de duda de que, la intervención, otorgará el mortífero veneno para las prerrogativas, sí, el de la dominación.

No quieren reconocerlo, no es momento para el planteamiento de la enmienda porque las fuerzas son desiguales. Fruto de la interpretación sesgada de la ley, morena goza de una sobrerrepresentación que no ganó en las urnas; gracias a ello han roto con los principios rectores de la rendición de cuentas como ejercicio regular, simplemente se nos coarta del derecho a señalar, preguntar, reclamar. Lo atestiguamos: ciudadanos obligados ofrecer disculpas a funcionarios, prensa sujeta a censura, voces únicas que reniegan de la opinión pública, se asumen poseedores de la verdad y a la disidencia la refieren como el enemigo al que hay aniquilar. Ni en la ‘dictadura perfecta’ de Vargas Llosa se revelaban estos extremos.

En este ambiente se pretende trastocar el sistema que operó para sacar al rancio priismo de Los Pinos y terminar con décadas de arbitrariedad. Es la corta memoria de quienes de pronto desconocen las luchas de sus credos al saborear las mieles del poder ¿cuál izquierda? es la naciente élite que ambiciona eternizarse aún a costa de traicionar y amputar sus propias raíces.

El costo puede ser brutal. Acapararon la Corte y el Congreso, ahora buscan sumar la joya de la corona. No es legítimo cuando no hay moderación sino arrebato. Lo sabemos, la equidad no es un cardinal en su brújula, la adenda demanda serenidad, rectitud y prudencia, valores que claramente les son ajenos. Practicar el arte de la política importa la habilidad de incorporar el pensamiento diferente y no es el caso de la 4T que evidencia miedo a perder el centro, lo anhelaron por años, imaginarse fuera del gobierno los descoloca, es un fantasma que los persigue y no permitirán que se materialice, aunque signifique la claudicación de sus máximas.

El desequilibrio es de tal magnitud que se olvidó el propósito del institucionalismo, pareciere que el proyecto es no dejar piedra sobre piedra, la demolición fulminante de toda convicción extraña a su doctrina y si para eso es necesario el uso del categorismo, lo harán. Fácil, ¿para que debatir si a mano alzada vencen cualquier argumento? es la cerrazón al diálogo en la que, la peor parte la llevaremos los de a pie con la pérdida de lo esencial, las libertades que nos distinguen de las tiranías. Es esta toma ilimitada de lo que era la República.

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