Es muy fácil decir que el Tren Maya sólo traerá progreso y desarrollo. Pero no todo mundo piensa y lo vive así. Ejemplo de ello, son los aproximadamente 3 000 habitantes de Campeche (500 viviendas), que de un día para otro, sin información previa y “ya cuando estaba en marcha por parte de ONU-Habitat un censo para iniciar una ‘relocalización consensuada’” (Cáceres, 2020), fueron notificados que se tienen que ir de sus casas, algunas de las cuales han sido habitadas por cinco generaciones, desde 1893. Serán desplazados, por la Construcción del Tren Maya. Nadie les había dicho nada. Incluso hoy, me indican en entrevista, no saben a dónde los reubicarán, sólo les dicen que se tienen que ir y que no se opongan al “desarrollo”.

Pero sus raíces, su pasado y su historia están allí, por lo que sienten que serán “desarraigados, y su memoria, que se ha construido en el lugar, se borrará y se morirá. Nos arrancarán como un árbol, y nos tirarán en otra parte, en nombre del bienestar, progreso y desarrollo” (Cáceres, 2020). Además, para alguno de ellos, los pescadores, ubicados a 100 metros del mar, quienes también serán desplazados, su vida depende de la pesca, por lo que al ser desplazados, su sobrevivencia estará en duda.

Frente a esto, hacen el siguiente llamado: “Jiménez Pons, el Colectivo Tres Barrios de Campeche está con las puertas abiertas para entablar un diálogo, aquí lo esperamos, porque nunca, ninguna autoridad de FONATUR se ha sentado con nosotros a platicar, y cuando han venido en dos o tres ocasiones, los de ONU-Habitat, ha sido con la actitud de que el proyecto va porque va, sin posibilidad de diálogo”. Estas palabras las señala Guadalupe Cáceres del Colectivo Tres Barrios, quien expresa que lo formaron por necesidad de defenderse. Este colectivo, que contempla a Santa Lucia, La Ermita y Camino Real de San Francisco de Campeche, con una longitud aproximadamente de 2.5 a 3 kilómetros, expresa Cáceres está conformado por gente trabajadora, “no tenemos más que lo suficiente para comer y beber, y ya. No somos grandes poseedores de propiedades. Somos personas que vivimos al día”.

Sobre lo ocurrido, el Colectivo comparte que, en abril de este año, ONU-Habitat indicó en un comunicado que “serían desalojos, pero este desalojo es forzoso porque nosotros no queremos irnos de nuestras viviendas”. Es por esto que se ampararon, solicitando que se reubiquen las vías del ferrocarril, a fin de que se respeten sus derechos y sus viviendas.

Pero esta historia, nos dice Guadalupe Cáceres, ya la habían vivido en la época cardenista, cuando se construyeron las vías del ferrocarril en 1938. En esa ocasión dice, “nos quitaron parte de nuestra tierra, pero ahora vienen por nuestras casas, con el mismo argumento de progreso y desarrollo, pero nosotros hemos estado aquí, mucho antes de cualquier proyecto ferroviario”.

En este sentido indica doña Guadalupe, “el bienestar, el desarrollo y el progreso, no puede hacerse con la destrucción de nosotros. Así, es contundente al señalar que “un proyecto por más grande que sea y que nos va a traer bienestar, no puede pisotear nuestro derecho como seres humanos, no se vale”. Por esto, “seguiremos con el proceso de judicialización, si es necesario hasta los niveles internacionales para defender nuestro hogar. No es un asunto de dinero. No aceptamos ni uno, ni 10 millones, yo quiero que se respete mi casa” (Cáceres, 2020).

Es en este contexto, de no ser tomados en cuenta, incluso en la consulta gubernamental sobre el tren, de la que expresa “no fue libre, previa, bien informada y de buena fe, ya que el mismo día de la consulta, nos entregaron la información”, con enojo señala que “el Tren Maya, no es maya, es un proyecto etnocida, ecocida, que nos va a romper, nos va a fragmentar” (Cáceres, 2020). ¿Qué hacer ante esto? Yo, como millones de mexicanos, estamos con López Obrador, pero esto, no puede ser así.

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