Ayer el tipo de cambio entre el dólar estadounidense y el peso mexicano cotizó en niveles no vistos desde 2015. La apreciación del peso ayer, en un solo día, fue 0.75%. El precio del dólar fluctuó en un rango entre 16.31 y 16.49 pesos para cerrar en 16.33.

No hay duda alguna sobre la fortaleza de la moneda mexicana. Se observa en el consumo y en los precios de México frente a los del exterior, incluso sobre economías que han sido consideradas más caras a lo largo de la historia. Con ese tipo de cambio, un restaurante en Berlín o un hotel en Roma ya no parecen tan caros. Los viajes al extranjero están a reventar y el consumo de bienes importados no ha hecho más que crecer.

Con números de enero de este año, las entradas al país de visitantes extranjeros aumentaron 4.6% comparadas con el mismo mes del año pasado. El gasto de quienes entran a visitar tierras mexicanas aumentó en el mismo periodo 4.7%. Nada mal. México está de moda, sin duda.

Se habla menos de los mexicanos que salen a viajar al extranjero. En el primer mes del año, el incremento de quienes salieron a visitar otros países aumentó 20.3%. El gasto total de estos viajeros aumentó 12.1%. Nada mal tampoco. México no solo está de moda, también está caro. En términos relativos, el resto del mundo —con el problema de la generalización que esto implica— está barato.

El consumo que ha crecido en mayor medida —más allá del crecimiento del indicador en sí mismo— es el de bienes importados; crecimientos anuales de doble dígito en muchos meses y una tendencia clara en las comparaciones mensuales, a diferencia del consumo en bienes de origen nacional que no muestra la misma dinámica.

El tipo de cambio es quizás una de las variables económicas que más interés genera en México. No por nada el presidente ha sabido darle el spin que le ha dado. Las devaluaciones no solo han tenido un impacto en el ánimo social y político de diferentes generaciones sino también han afectado el poder adquisitivo de las familias mexicanas. Sin embargo, y aunque el contexto sirva de poco frente a la narrativa, el marco institucional del Banco de México y el regimen cambiario flexible con el que cuenta el país, hacen posible estos movimientos.

México es una economía profundamente comercial. En ese sentido, se dice que el país gana competitividad cuando se hace más barato en términos de paridad de poder adquisitivo, es decir, considerando los precios de la economía local —en este caso México— y los del país con el que tenemos más intercambio, Estados Unidos en nuestro caso. En contraste, si el país se abarata, en la misma comparación, se gana competitividad. No solo importa la apreciación o depreciación del tipo de cambio nominal, del que se suele hablar mediáticamente, sino también el diferencial de inflación de las economías que intercambian.

México, en los últimos años, no solo ha tenido una apreciación nominal cercana al 20% considerando el tipo de cambio de ayer, sino también una apreciación real de doble dígito. Nos estamos haciendo menos competitivos. Se viaja más, se gasta más, pero se pierde competitividad de mediano y largo plazos.

Al final del día, el tipo de cambio es un precio determinado por la oferta y la demanda de divisas y por las expectativas que se tienen del futuro. El mercado financiero, con sus aciertos y fallas, lo pone todos los días en su lugar.

@ValeriaMoy

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