En el mundo de la salud pública, pocas siglas han resonado tan profundamente como el VIH. Desde su descubrimiento, el Virus de Inmunodeficiencia Humana ha representado mucho más que un desafío médico, también ha sido un catalizador de conversaciones sobre sexualidad, igualdad, acceso a la atención médica y derechos humanos. Y es que, a pesar de los avances médicos y culturales relacionados con el diagnóstico, persisten percepciones erróneas y actitudes negativas hacia las personas portadoras del virus, contribuyendo así a su exclusión social. El estigma puede manifestarse de diversas maneras, desde el rechazo en entornos laborales, dentro de comunidades, familias y, a veces, incluso en el ámbito de los servicios de salud. Las mencionadas situaciones no solo afectan la calidad de vida, sino que también en el caso de las mujeres, puede tener consecuencias en su autoestima, limitar su acceso a oportunidades y dificultar su desarrollo personal. Esto además de, en muchos casos, sumarse a los daños físicos y psicológicos producto de situaciones de violencia por razón de género que podrían haber existido antes del diagnóstico.

La discriminación basada en el estigma del VIH perpetúa mitos y malentendidos acerca de cómo se transmite y gestiona el virus, así como sobre quiénes pueden o no portarlo y cómo afecta sus vidas diarias. En el caso de las mujeres, enfrentan no solo el estigma asociado con la enfermedad, sino también prejuicios adicionales relacionados con su género y el ejercicio de su sexualidad. Son objeto de juicios basados en estereotipos que las vinculan con la promiscuidad, la irresponsabilidad o la transmisión del virus. Además, muchas mujeres con VIH enfrentan situaciones de violencia por razón de género y control sobre sus decisiones de salud, lo que agrava aún más su vulnerabilidad y aislamiento. Eliminar el estigma y la discriminación implica no solo cambiar percepciones individuales, sino también trabajar a nivel institucional y comunitario para promover la educación y la conciencia, y de esta manera erradicar estos estereotipos y prejuicios, con la intención de fomentar sociedades más justas, empáticas, inclusivas y en las que se promueva el cuidado entre las personas. Se subraya la importancia de trabajar no solo los aspectos médicos y científicos, sino también las dimensiones sociales, emocionales y políticas relacionadas con el diagnóstico del VIH.

Con base en lo antes mencionado, como resultado de un proyecto de servicio social del Programa de Género e Inclusión de la Universidad Iberoamericana, dos estudiantes de psicología, han desarrollado el Manual de Atención Psicoemocional a mujeres con diagnóstico de VIH. Al abordar estas dimensiones psicoemocionales y sociales, se

contribuye a promover una atención integral que reconoce la importancia de atender no solo los síntomas físicos, sino también el bienestar emocional. El objetivo es ofrecer estrategias prácticas y sensibles que ayuden en los desafíos diarios que tienen que enfrentar las mujeres seropositivas, ofreciendo ideas sólidas de comprensión y aceptación frente a su diagnóstico. Esta guía representa un compromiso con la dignidad, la empatía y la igualdad; centrándose en las mujeres que, por su valentía y resiliencia, merecen ser protagonistas de su propia vida. Reconocer y respetar la dignidad humana más allá del diagnóstico es esencial para construir sociedades donde todas las personas, independientemente de su condición de salud, género, orientación sexual, color de piel, etc., puedan vivir con dignidad y plenitud.

Enlace para consultar el Manual de atención psicoemocional a mujeres con diagnóstico de VIH:

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