Estos días tienen un sabor especial por un evento de importancia mundial: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuyo auge nos conecta directamente con el devenir de la humanidad, puesto que los libros fijan agenda, no solo cultural y literaria, sino también en el ámbito político.

Por ahí miles de personas adquieren joyas preciosas de la cultura, así como también se ve a políticos y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que recorren sus pasillos, y son presentadores o comentaristas de las obras. Y es que ser autor implica tomar la palabra, tener voz y un mensaje que legar.

El conocimiento siempre ha sido un fiel y misterioso acompañante de la vida del hombre, algunos lo interpretan como poder, así reza el aforismo de Francis Bacon. Los poderosos siempre han querido atesorarlo o estar muy cerca de algún personaje con gran inteligencia, como el propio Alejandro Magno, que tuvo como su mentor a la biblioteca viviente, el filósofo griego Aristóteles.

Así, en su libro “El infinito en un junco”, la escritora Irene Vallejo menciona: “La pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad”.

Cada lector podrá tener a su filósofo predilecto. Si fueras un potentado o un rey de la antigüedad, podrías elegir a Pitágoras, Sócrates, Platón o Aristóteles como maestros, pues sin duda seguirían —y siguen— formando pensamiento y estrategia con sus obras.

Por otra parte, Siva Vaidhyanathan, en su texto “La Googlización de todo”, señala que la cuestión del acceso al conocimiento es central para las perspectivas de expansión de la esfera pública, y por tanto de oposición al reclamo de los poderosos de la totalidad de los instrumentos de poder.

Gran parte del conocimiento humano existe en forma de extensas creaciones de texto, que por mucho tiempo más seguiremos compilando en obras que denominamos libros. Cierto, los nuevos métodos de transmisión y uso de ese conocimiento vía la tecnología nos deslumbran y distraen. Pero la mayor parte de las mejores expresiones del más profundo pensamiento humano siguen plasmadas en papel, encuadernadas con pegamento, reunidas y protegidas por cubiertas de tela y acomodadas en anaqueles de bibliotecas del mundo entero, y por supuesto en nuestros hogares.

Se ha señalado que los libros han sido una joya muy codiciada de los poderosos o potentados, e incluso de los multimillonarios, dentro de los cuales se engloban varios de los principales líderes tecnológicos de la actualidad; incluso, como apunté en la introducción de mi libro “Los filósofos en la era tecnológica. Los pitagóricos de hoy”, Bill Gates adquirió para su colección personal el “Codex Leicester”, uno de los más importantes manuscritos de Leonardo Da Vinci.

En las últimas semanas han visto la luz 2 obras que han generado debates en la arena pública. El libro de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, llamado "Diario de una transición histórica", apareció el 16 de octubre, y hace unos días desde el rancho llamado “La Chingada”, ubicado en Palenque, reapareció el líder moral de la 4T, Andrés Manuel López Obrador, para anunciar su nueva obra titulada “Grandeza”.

Tan poderosos son los libros, las voces y las historias que cuando aparecieron estos textos, ocuparon las agendas mediáticas. Sin duda, el de Andrés Manuel López Obrador marcó su retorno, después de un año de silencio.

Así de trascendentes son, tanto que ocupan nuestra atención y dejan huella, pero más aún, algunos nos despiertan la conciencia para liberarnos de las ataduras, conocer y disfrutar la vida.

Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales. Autor del libro “El ciudadano republicano y la cuarta transformación”.

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