En este mes conmemoramos el aniversario luctuoso de dos figuras icónicas de nuestra historia. El de Sor Juana Inés de la Cruz (17 abril de 1675), quien fuera un estandarte del derecho de las mujeres a la educación, además de realizar críticas a las construcciones de género de su época, desde su obra literaria; y por otra parte, el homenaje póstumo al Caudillo del Sur, Emiliano Zapata (10 abril de 1919), defensor de la justicia, la libertad y la igualdad social; líder revolucionario que al promover la participación de las mujeres en actividades de combate y estrategia, desafió los roles tradicionales de la época.

Recordar a estos personajes, cuyas vidas en distintas épocas se comprometieron con la lucha por la justicia social y la igualdad de género, nos lleva a reflexionar sobre la relevancia de ampliar nuestro enfoque en la lucha contra la violencia de género hacia una dimensión más amplia. Una dimensión que atienda también el rol masculino en la génesis de la violencia de género.

En este sentido, es fundamental recordar que la violencia contra las mujeres es causada mayoritariamente por los hombres y por ello es necesario reconocer que, en los hombres recae la responsabilidad de involucrarse en programas y actividades de sensibilización, educación y formación, que cuestionen y transformen las nociones tradicionales de masculinidad que frecuentemente perpetúan la violencia.

En nuestra ciudad, el Plan de Política Criminal y Persecución Penal 2024 ha sido elaborado con el propósito de inhibir actos de violencia y delito, así como para sancionar las conductas consideradas delictivas. En el marco de este plan, se deberá sumar a la estrategia de Perspectiva de Género, la promoción de relaciones igualitarias con énfasis en la masculinidad, lo cual implica dar a conocer que la violencia contra la mujer es una responsabilidad compartida; desde la primera infancia, en donde el niño comienza a recibir sus primeras nociones de los roles de cada género; en la adolescencia y la juventud, en donde consolidan sus nociones de masculinidad, para pasar a la etapa adulta, en donde estas creencias y costumbres se han arraigado, generando responsabilidades y consecuencias en los roles de familia, en el trabajo, con la pareja y las amistades.

Dotar de información a hombres y mujeres sobre nuevas masculinidades, se vuelve esencial para abordar desde la raíz actitudes y conductas que perpetúan la violencia. Este enfoque no solo ayuda a crear un ambiente más seguro para mujeres y niñas, sino que también beneficia a los hombres al liberarlos de expectativas restrictivas y a menudo dañinas asociadas con el machismo.

Nos encontramos en un momento crítico de nuestra historia, donde el cambio es urgente y necesario. En este sentido, invito a todos, especialmente a los hombres y líderes sociales, que representan “la otra mitad del género”, a comprometerse activamente en la redefinición de lo que significa la masculinidad en nuestra sociedad. Aboguemos por relaciones basadas en el respeto mutuo y la igualdad. Promovamos programas que desafíen los estereotipos de género y que fomenten una comprensión profunda de la igualdad y la no violencia. No sólo por las mujeres en nuestras vidas, sino por nosotros mismos, por nuestros hijos e hijas, y por un futuro donde la dignidad y la justicia prevalezcan.

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