En varios momentos, el gobierno mexicano ha mantenido relaciones diplomáticas con gobiernos de dictaduras o genocidas. La utilidad para quienes resisten o son víctimas es inmediata: México proporciona apoyo, asilo o la posibilidad de huir al exilio para conservar la vida. En algún momento, en Francia, Guatemala, Argentina, Colombia o Chile, ocurrieron ejemplos de los cuales podemos estar orgullosos.
Pero esto no siempre ha sido así. Con la España de la dictadura de Franco no se tuvo relación y con Sudáfrica, que era un apartheid, un sistema que segregaba a la gente, sólo se estableció una relación cuando ese sistema iba de salida.
Israel es un caso aparte. Desde 1948 es un estado colonial, otro apartheid, que mantiene un doble rasero legal, social y económico entre los habitantes y los sionistas que limpiaron étnicamente el lugar donde se asentaron y llevaron a expulsar una parte de la población y otra a segregarla dentro de los límites de ese estado (por ejemplo, prohibiendo el matrimonio entre judíos y palestinos o restringiendo el acceso a la tierra) y, con menos derechos, en los territorios ocupados.
México ha tenido una posición ambigua y es hora de cambiarla. En la flotilla que se acerca a Gaza con el fin de romper el bloqueo impuesto por Israel desde 2007, van 6 mexicanos: Arlín Medrano, Carlos Pérez, Ernesto Ledezma, Dolores Pérez, Karen Castillo y Sol González. Además, nos enteramos por las noticias de la oficina para la atención a las infancias, UNICEF, que la jefa de oficina en Gaza es Sonia Silva, y es mexicana.
Estos hombres y mujeres merecen especial atención en nuestro país. No debe haber dudas ni ambigüedad. Su defensa, más aún ahora que este domingo se programa la llegada de la flotilla y que, como piratas que violan la ley internacional, el estado de Israel decidió atacar las embarcaciones en su recorrido, su vida puede correr peligro. Como en 2010, en que el ejército israelí asesinó desalmadamente a 10 activistas turcos que llevaban ayuda humanitaria.
Si atacan la flotilla y a los mexicanos que van en ella, es preciso defenderlos, pero ya es hora de romper relaciones diplomáticas con Israel. Los inconvenientes que esto puede traer son menores a los costos en vidas humanas por el genocidio del pueblo palestino a manos del ejército y los colonos israelíes en complicidad con los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania.
Un gobierno y un partido de izquierda no pueden más que respetar la tradición diplomática. El caso a seguir para México es Sudáfrica, no Chile o Argentina.
Además, esto también tiene el efecto de detener acciones fuera de la ley que atentan contra los derechos humanos. Ley internacional o doméstica, tal como viene ocurriendo en los Estados Unidos en contra de su población y los migrantes. No actuar alienta y protege estas acciones. ¡Romper ya con Israel!






