Números, sillas con distanciamiento social —como si fueran fichas para el Seguro Social— es lo primero que ves al llegar a Tokio.

Aunque el Comité Organizador hace todo lo posible por amortiguar el golpe, es una realidad que las fronteras de Japón están cerradas para los extranjeros. Al tocar tierra, inmediatamente un japonés encargado te aborda y te lleva a las sillas con la distancia requerida. Son esos voluntarios que antes sólo te daban una cálida bienvenida. Ahora, se encargan de que llegues a los filtros correctos.

Miles de papeles

. Aplicaciones descargadas en el celular que les permiten rastrear el paradero de cada persona que estará en su territorio, monitorear a diario su temperatura corporal y su estado de salud.

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Más de una hora tratando de convencer al policía de que la gente con acreditación de prensa tiene permiso del Gobierno para entrar al país.

Los códigos QR

que avalan que estás sano son su tranquilidad, y después de mucho análisis, pasas al siguiente filtro.

Ahí viene lo más complejo. Escupir en una pipeta más de cinco veces para llegar a la rayita solicitada. Es para el , que resulta distinto al del estilo americano.

Una vez completada esta fase, pasas a una sala donde el doctor del aeropuerto corre de un lado a otro, pero el resultado de tu prueba tarda como una o dos horas en estar listo (incluso, los atletas tienen que pasar por esta larga espera).

Una vez concluido este trámite, van por ti y te dan un papel rojo o azul en el que te indican que eres negativo o positivo a Covid-19. Si eres negativo, sales a la aduana, donde de nuevo tienes que presentar códigos QR en los que está registrado todo de ti.

Ya después de casi tres horas , llegas a tus maletas, que están en carritos ya seccionados por nombre de la persona y, cuando crees que ya pasaste todos los filtros, hay otro donde revisan tus maletas y su contenido.

Si todo está bien, es momento de salir a respirar aire japonés. De ahí, a la cuarentena...

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