Tras dos años de la desgastante guerra entre Rusia y Ucrania, hemos sido testigos de un complejo y cambiante panorama geopolítico que ha dejado en evidencia la incapacidad del Occidente para encontrar una estrategia clara y efectiva para “lograr la paz”. Desde el inicio del conflicto, hemos presenciado una serie de dinámicas que reflejan la falta de visión y coordinación por parte de las potencias occidentales, lo que nos ha llevado a un nuevo escenario que recuerda a una especie de Guerra Fría.

Inicialmente, en el año 2022, la respuesta del Occidente fue ambigua y alarmante. Ante la resistencia del pueblo ucraniano, las potencias europeas y Estados Unidos comenzaron a brindar “apoyo” al régimen de Zelenski y consecutivamente empezaron con los paquetes más duros de sanciones bilaterales contra Rusia, considerando que Rusia ha sido el país que más sanciones ha recibido en la historia.

Sin embargo, este apoyo ha sido insuficiente, evidenciado por la escasez de recursos militares que enfrenta Ucrania en comparación con la potencia bélica de Rusia. Por cada diez unidades de artillería pesada que posee Rusia, Ucrania apenas cuenta con una, una disparidad alarmante que se traduce en avances para las fuerzas rusas en el frente de batalla hasta la fecha. Además, ¿las sanciones económicas realmente beneficiaron los objetivos de una posible “victoria” del Occidente, o más bien dañaron su propia economía más que a Rusia?

Según para neutralizar los fondos de Rusia, Occidente congeló unos US$324.000 millones de las reservas de divisas del Banco Central de Rusia. Sin embargo, esto ha llevado a Rusia a buscar nuevos clientes, principalmente China, India y Türkiye, quienes han estado comprando crudo ruso con grandes descuentos, a un precio significativamente más bajo que el crudo Brent de referencia mundial.

Desde que comenzó la invasión rusa, India, China y Türkiye aumentaron sus compras de petróleo ruso en 2022, y ahora representan el 70% de todo el flujo de crudo ruso transportado por mar. A principios de 2022, Rusia abastecía menos del 2% de las importaciones de petróleo de India, pero ahora está en camino de convertirse en su mayor proveedor individual. Por lo tanto, estas sanciones beneficiaron la relación que Rusia ha tenido con otras potencias emergentes.

Otro cambio drástico es la percepción de Putin en el Occidente. De ser visto inicialmente como un líder impredecible y desequilibrado, ahora se le observa dando entrevistas y participando en negociaciones internacionales. Esto plantea interrogantes sobre el rumbo que tomarán las negociaciones y cómo el Occidente imagina el fin de este conflicto, dado que aún carece de una visión clara de la situación y de los posibles escenarios de salida. Durante el transcurso de la guerra, la situación se complica aún más con la reconfiguración del mapa energético del continente.

La dependencia de Europa del gas ruso era motivo de gran preocupación, especialmente cuando el continente experimentaba un declive económico. En estos momentos surgieron nuevos actores, como Azerbaiyán, una potencia del Cáucaso que ocupó un lugar destacado en el suministro de gas como quinto exportador hacia Europa.

Ahora es evidente que las sanciones no han alcanzado su objetivo. Además, el hecho de que el mundo haya observado la dominación de Estados Unidos en las relaciones comerciales a través del dólar ha creado oportunidades para diversificar las opciones. Esto ha llevado a reconocer que otras monedas pueden ser buenas alternativas, y también ha sido evidente cómo el uso del dólar ha disminuido.

Esta situación ha llevado a un fortalecimiento del papel de China en la región, ya que ahora más del 30% de las transacciones comerciales de Rusia se realizan en la moneda china. Este fenómeno de nuevos bloques y la división del mundo nos recuerda a la Guerra Fría y destaca la relevancia de organizaciones como el Movimiento de Países No Alineados. Con 121 miembros, esta organización es la segunda más grande después de la ONU. Durante los últimos años, especialmente durante la presidencia de Azerbaiyán, ha ganado mayor actividad y relevancia.

El fracaso de las sanciones también se refleja en la situación interna de Rusia, donde las predicciones de debilidad y revueltas no se han materializado. A pesar de las pérdidas humanas y económicas, el apoyo popular al régimen actual ruso sigue siendo alto y Putin sigue teniendo más del 80% de apoyo de la población justo antes de las elecciones, mientras que en parte de Ucrania, Zelenski y su popularidad, que era aproximadamente del 90%, ha bajado al 60% al final de dos años de guerra. Por otro lado, la situación política en Ucrania ha sido igualmente problemática, con tensiones internas y desafíos de liderazgo que han debilitado su posición frente a Rusia. Incluso Zelenski ha terminado su relación con su jefe de ejército, uno de los personajes más importantes en esta guerra, Valerii Zalujniy, lo que habla de inestabilidad y problemas domésticos que Zelenski enfrenta.

La guerra entre Rusia y Ucrania no solo ha dejado en evidencia las fallas en la política exterior del Occidente, sino que también ha generado una profunda crisis humanitaria y económica en Ucrania y en la región.

¿Quén está perdiendo la guerra? El precio más alto lo pagan los ciudadanos ucranianos, los cuales han abandonado su país en busca de seguridad y estabilidad, con más de 8 millones de personas desplazadas. Rusia no ha perdido esta guerra, y ahora el Occidente debe buscar una manera de negociar una salida y estabilidad.

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