La crisis post-electoral de Perú ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el futuro de las democracias latinoamericanas. Desde la campaña, la contienda reciente presentaba rasgos únicos que la convirtieron en “atípica”. Y es que en Perú se confrontó, quizá por primera vez de manera tan abierta, la derecha radical, con Keiko Fujimori como abanderada, contra la izquierda comunista cuyo candidato Pedro Castillo se definió como marxista pero con tintes más bien populistas.

Perú, que ha sido uno de los países mas afectados por la pandemia, se encuentra ahora en un momento crítico. Con una diferencia menor al 1% entre el primero y el segundo lugar, la lucha por los votos se ha vuelto encarnizada. Cada voto cuenta y cada voto está siendo escrupulosamente revisado. Fujimori ha anunciado movilizaciones por lo que, ha denunciado, ha sido un fraude masivo, mientras que Castillo intenta ahora quitarse el estigma comunista que tanto miedo ha causado entre los grupos empresariales.

Sin embargo, hay que aclarar que Castillo no es ni Evo Morales, ni Rafael Correa, ni Chavez. Si bien, algunas de las propuestas de su partido político parecen emular políticas públicas aplicadas por algunos de estos personajes, Castillo, en un buen número de entrevistas ha dejado clara su profunda ignorancia sobre lo que significa el comunismo e incluso sobre conceptos básicos de Administración Pública.

Castillo, a pesar de ser maestro, ha demostrado una enorme falta de conocimientos en distintas materias especialmente la economía. Por tanto las posturas marxistas provendrían mas bien del partido político que lo postula, muchas de las cuales es claro que no entiende del todo pero que seguramente aplicará si es necesario. Sin embargo, hay distintos factores que podrían hacer que Castillo se decidiera por una vía menos radical, pero uno en particular es clave. La clarificación del resultado electoral.

Castillo tiene sabe que las élites en su país le tienen miedo, así lo han expresado distintos sectores, particularmente los empresariales quienes ven en su llegada el peligro de una transición a un régimen similar al venezolano. Por ello, en las últimas horas, ha tratado de mostrar un acercamiento con ellos declarando que no habrá expropiaciones ni nacionalizaciones.

Aunque este acercamiento es difícil de creer luego de que en campaña prometiera nacionalizar cientos de empresas de hidrocarburos y minería, aseguró que impulsaría una política de protección frente a las importaciones e incluso la convocatoria a expedir una nueva Constitución para dar al gobierno mayor injerencia en la economía. Con todo, en los días posteriores a la elección, nombró a un renombrado economista para buscar un acercamiento con el sector empresarial y comenzar a calmar las aguas.

Por supuesto, todo tendrá un tinte de conveniencia política. Castillo sabe que Fujimori no se quedará de brazos cruzados ante un resultado tan cerrado poniendo en entredicho su legitimidad pero también poniendo en jaque la economía del país que ya sufre los embates de un voto tan polarizado. Para terminar con eso, este maestro rural, va a necesitar el apoyo de los empresarios para convertirse en el nuevo ocupante de Casa Pizarro y el primero de la izquierda en las últimas décadas.

Lo que resta es esperar la determinación de la autoridad electoral frente a la solicitud de anulación de 200,000 votos que ha hecho el partido de Fujimori. Un partido cuyos simpatizantes han salido a protestar portando símbolos nazis y neofascistas y que ha recibido el apoyo de miembros y ex miembros de las fuerzas armadas que alega un fraude que parece bastante difícil de probar. Por donde se le vea, hay nubes negras a la vista en el futuro de Perú.

 Internacionalista @solange_

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