Cuando Chávez llegó al poder en 1999 poco se anticipaba el desastre humanitario y económico en el que se convertiría uno de los Estados más fuertes de Latinoamérica. Buena parte de la responsabilidad de ese desastre la lleva a cuestas el ejército venezolano.

Desde los primeros días de su gobierno, Chavez no tuvo empacho en encumbrar al ejército militarizando actividades que otrora fueran responsabilidad de los civiles. Otorgándoles carteras cruciales como la de Infraestructura o Educación, Chavez fue poco a poco creando lealtades y componendas con viejos compañeros de la milicia, algunos de los cuales lo habían acompañado en la intentona de golpe de Estado de 1992.

Con los años, la penetración de los militares en las áreas civiles del gobierno venezolano siguió creciendo. Pasaron a ocupar incluso la Dirección de la paraestatal petrolera de Venezuela, para luego ser los responsables de la construcción de caminos, puentes, repartir alimentos y conducir y operar los programas de vacunación infantil y planificación familiar.

Por supuesto al crecer la injerencia del ejército, creció también el presupuesto al que tenían acceso. Este incremento y la necesidad de Chávez de mantener lealtades dentro de la milicia, motivó un desmedido aumento en el nombramiento de altos mandos. Altos mandos que tenían acceso a las carretadas de recursos llegados desde el erario público. Aquellos militares que estuvieran en desacuerdo eran perseguidos y encarcelados.

En la actualidad, Maduro ha mantenido el esquema de lealtades entre los militares ya bien compradas o inducidas a través de la intimidación. El incentivo creado por Chavez en 1999 fue muy perverso. Creó un estado en el que los militares necesitan tener el control de facultades civiles porque de ellas dependen sus privilegios. Perder esos espacios implicaría perder dinero y privilegios en un país donde tener acceso a jamón o papel de baño es un lujo muy caro y difícil de conseguir. Los militares en Venezuela hacen política para defender sus intereses.

Las recientes declaraciones del General Secretario de la Defensa Nacional en México, aunadas a la creciente injerencia del ejército en actividades de orden civil, desde la administración de las aduanas, la construcción del aeropuerto o la administración del Tren Maya, son solo una muestra de que en nuestro país se están construyendo incentivos igual de perversos que los que han llevado a otros países al desastre autoritario que viven en la actualidad.

En México las Fuerzas Armadas han mantenido su institucionalidad por décadas y han respetado su lealtad a la Constitución y no a un hombre en el poder. Crear incentivos para transformar esa lealtad en intereses económico y, por supuesto, políticos, es sumamente peligroso para nuestra democracia y nuestras libertades.

Es doblemente preocupante el contexto al que se enfrentará quien gane las próximas elecciones en 2024 y ocupe la silla presidencial. Si se trata del elegido por el Presidente (o si su intentona reeleccionista funciona, el mismo López Obrador) las cosas quedarán como están. Pero si disminuye el apoyo a Morena y quien gana proviene de la oposición, no lo tendrá nada sencillo.

Desmilitarizar la administración pública será infinitamente más complicado que desmilitarizar las calles. Los intereses creados alrededor de las obras, tanto de su construcción como de su posterior administración, son un incentivo muy perverso para que los grupos militares beneficiados se la piensen antes de aceptar renunciar a sus nuevos privilegios económicos y espacios de poder. Quien llegue, tendrá que negociar con los mandos militares, para intentar volver a un gobierno civil.

Sin embargo, existe un escenario aún más negativo. Aquel en el que López Obrador como es su costumbre, acuse fraude electoral propiciado por supuesto por los conservadores en contubernio con el INE. Morena desconocería el resultado electoral, habría protestas y movilización social a favor y en contra. La pregunta sería, con el ejército tomando partido abiertamente hoy por la Cuarta Transformación ¿podríamos asegurar su lealtad institucional?

Twitter: @solange_ 

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