El Presidente fue a Nueva York a hablarle a una audiencia nacional. Habló en un foro, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del que no sabe nada y del que nada le importa, para presentar una propuesta que cabía mejor en el Comité Económico y Social (ECOSOC) como se lo hizo saber el representante de Rusia. Por supuesto, sus asesores sí que sabían esto pero había que poner al presidente en una palestra internacional después del abucheo mundial por el desdén de AMLO a acudir al G20 y a la COP26.

Ponerlo frente a un micrófono a leer sin ser interrumpido de lo que le gusta hablar cada día. De él mismo, de sus brillantes ideas, de la corrupción como causa de todos los males del mundo y de su gran gestión para solucionar los grandes problemas de México: Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro y las becas en efectivo. Soluciones, todas, que han probado su ineficacia. Aseguró que en su gobierno ya no hay corrupción pero, por ejemplo, Manuel Bartlett sigue en el poder.

El gobierno actual no respeta, ni le interesa hacerlo, el Estado de Derecho. Bajo la máscara del bienestar del pueblo, de la bondad, se toman decisiones que violan la constitución y las leyes, los derechos humanos y los sociales.

Acciones así -y muchas otras que hemos mencionado en este espacio- son propias de gobiernos autoritarios. Que no quepa duda. Cuando se renuncia al Constitucionalismo, se abdica del Estado de Derecho en aras de sustentar las decisiones en los “dichos del pueblo”, en las “emociones”, se comienza un proceso de transición (o de transformación si se quiere) al autoritarismo. Se construye, piedra por piedra, el muro de un régimen populista y nacionalista.

El Nacional-populismo que encarna el actual presidente y su partido político no representan ideológicamente nada, no tienen ni siquiera programas y políticas mínimamente funcionales. Sólo buscan el poder. La vaguedad de sus promesas explica -y se explica- por su búsqueda de lograr un corporativismo interno que refuerce no sus ideas sino sus votos. Por eso encontramos radicales de izquierda exiliados del fracaso que ha sido Podemos en España. Antiguos guerrilleros convertidos en consultores políticos y uno que otro marxista-leninista perdido en el camino. Todos mezclados con una nueva clase de intelectuales orgánicos, subvencionados por el Estado, provenientes de clases acomodadas, con ideas “progresistas” de un estilo moderado, más tolerante, hasta gente llegada de la derecha, de ideas bastante encontradas.

El pegamento de esta mezcolanza es el ataque a las deficiencias del sistema llamado por ellos neoliberal pero que en la práctica se enfoca en destruir la democracia y sus instituciones. El descontento general es focalizado usando el discurso presidencial hacia objetivos definidos (los ricos, los “aspiracionistas”, el INE, las empresas, la prensa libre, las universidades). Cada día la propaganda Nacional-Populista se lanza contra esos objetivos. Un día sí y otro también se critica a los periodistas, a las clases medias o altas, a quienes buscan una vacuna o medicamentos, a los organismos autónomos. Usando una técnica de repetición incesante desde el púlpito presidencial. Sobresimplificando las soluciones a los problemas más acuciantes (la pobreza mundial recaudando dinero de los ricos y tarjetas de bienestar) y sobredimensionando las deficiencias.

Con ello se divide, se polariza a la sociedad. Polarizar es un técnica para mantener el poder. Mientras más enfrentados nos encontremos unos contra otros, más posibilidades tendrá el Presidente y su partido de mantener el poder. Ahí es donde regímenes similares han encontrado su asidero pues con la sociedad dividida difícilmente habrá quien pueda hacerles frente y podrán, como ya lo hacen, ir destruyendo los pilares de la democracia.

Hay que despojar al Nacional-populismo de su falsa aura de bondad y mostrarlo tal cual es. No un movimiento para cambiar las cosas, sino meramente un grupo buscando ganar y mantener el poder por el poder mismo, sin ninguna justificación, siendo vulgares políticos incapaces de entender los valores universales que encarna la democracia.

Twitter: @solange_

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