Hay momentos que definen a un gobierno; momentos que definen a un presidente y momentos que definen el destino de un país. Los primeros dos aparecerán en los diarios, se comentarán en las noticias de la noche, se harán bromas. El tercero se hará historia.

No hay duda de la realidad que movió la mano de la gente que votó por López Obrador en 2018; el diagnóstico era certero, corrupción, impunidad, inseguridad, violencia y una gran y lacerante pobreza que parece no tener fin. El guión estaba escrito y millones de personas no lo pensaron dos veces y votaron por un cambio.

No hay duda de que el mundo es otro que en 2018. Poco tiempo ha transcurrido pero el mundo básicamente se ha transformado. La guerra por los precios del petróleo ha puesto en jaque economías mucho más robustas que la nuestra y la política “fosilizada” del gobierno actual poco tiene que ofrecer ante un escenario en que sea más caro comprar un litro de leche que un barril de petróleo.

Las economías del mundo se desploman en lo que parece una caída sin fin; el gasto irresponsable, la falta de congruencia y las erradas decisiones no han hecho más que mermar la confianza en el mercado mexicano. Y ahora, la enfermedad. El coronavirus llegó para terminar esta historia que parece de ficción. Más de 215,000 contagiados, 8,000 fallecidos en 164 países del mundo. Parece algo de preocuparse. Para tomar las riendas.

Decía Winston Churchill que “puede medirse el carácter de un hombre por las decisiones que toma cuando está bajo presión”. Varios en el mundo lo han hecho. Angela Merkel en Alemania, Macron en Francia, Trudeau en Canadá. Se les han aplaudido discursos, seriedad y medidas para enfrentar la crisis. Nada de chistes, ni bromas. Ninguna sonrisa fuera de lugar. Porque hay gente que ha muerto y merece respeto. Millones de personas votaron por López Obrador en 2018, millones que esperaban una política diferente que los tomara en serio. Y a esos el Presidente les dice que ante el coronavirus se abracen. Que el seguirá con su fiesta de abrazo y beso al pueblo pues total que el no contagia porque su fuerza “nomás” es moral no de contagio. A esos el presidente les dice que el escudo protector es la honestidad y su “detente”.

A esos millones el Presidente les debe seriedad en sus declaraciones; a esos 30 millones les debe la seguridad, la salud, el cambio que les prometió. Por las millones de personas de la tercera edad que pensaron López Obrador se preocuparía por ellos es que está obligado a protegerlos porque son los más vulnerables en la crisis sanitaria que enfrenta hoy el mundo. A ellos y a todos los mexicanos se los debe. Porque los mexicanos nos merecemos un Presidente que dé la cara y explique la verdadera situación que atraviesa el país.

Nos merecemos un Presidente que tome con seriedad las cifras de contagiados y de muertos en el mundo y repase y estudie lo que han hecho bien y han hecho mal otros países para que esto no suceda en México. Nos merecemos a un hombre que se atreva a salir de su discurso fácil, su sonrisa burlona y su cobardía. Nos merecemos un presidente, un hombre con carácter, no un bufón con estampitas.

Twitter: @solange_  

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