Donald Trump ha pasado a la historia como primer presidente en haber sido acusado en dos ocasiones en un proceso de juicio político. Pero recordemos que si bien el día de ayer se hizo historia, la Cámara de Representantes únicamente es la responsable de iniciar el juicio político. De dar el banderazo de salida a un proceso que tiene que continuar en el Senado. Es, en pocas palabras, la Cámara de Acusación.

El “juicio” como tal se deberá llevar a cabo en el Senado, donde, de acuerdo a lo establecido en la sección 5 del Artículo 1 de la Constitución Norteamericana, se requeriría que una mayoría calificada de senadores encontrara responsable al aún presidente Trump y decidiera su destitución con el voto de las dos terceras partes de los legisladores presentes.

Lo anterior significa que si asistieran los 100 legisladores que integran el Senado, se requeriría el voto de al menos 67 senadores. Sin embargo, similar a lo que ocurre con las reformas constitucionales en México, los dos tercios se calculan considerando el número de representantes populares presentes en la sesión.

La misma sección 5 del Artículo 1 determina que el quórum para que las sesiones del Senado sea válidas es de mayoría relativa, es decir, 51 legisladores. En un caso extremo en el que se lograra el quórum con esa cantidad, las 2/3 partes de votos se alcanzarían con el voto de 34 senadores.

Para los legisladores republicanos, el costo político de un voto en contra de Trump podría ser muy alto (sin mencionar el miedo que los fanáticos seguidores de Trump han logrado causar en muchos legisladores republicanos que han recibido amenazas, incluso de muerte, contra ellos o sus familias). Sin embargo, la ausencia en la sesión correspondiente podría ser más fácil de pasar por alto. Por supuesto este es un caso extremo y en ningún caso previo de impeachment se ha presentado, sin embargo, las condiciones hoy son distintas. El verdadero problema del impeachment es que va a contrarreloj y se antoja muy difícil lograr llegar al proceso de votación antes de que Trump termine su encargo y abandone la Casa Blanca el próximo 20 de enero, sino que se extenderá hasta ya iniciada la administración de Joe Biden.

El riesgo

Lo anterior trae aparejada una consecuencia grave y por la que considero que el proceso de impeachment es un riesgo. El asalto al Capitolio fue un momento deprimente y de muchas formas, aterrador para un gran número de ciudadanos, incluidos los republicanos y votantes de Trump.

El voto a favor del impeachment de 10 Representantes Republicanos es una clara muestra. Sin embargo, la acusación contra Trump en un proceso que se sabe no alcanzará a culminar, sumado a la cancelación de sus cuentas en redes sociales, pueden parecer más una revancha política que un cuidado por el Estado de Derecho y esto, lejos de dañar a Trump lo vuelve a colocar en el papel de una víctima que pelea contra un sistema corrupto. Azuzando aún más a los violentos que ya vimos actuar el pasado 6 de enero.

Lejos de dañar su imagen, lo que este proceso puede llegar a ocasionar es lo contrario. Toda proporción guardada, pero recordemos lo ocurrido en México con el desafuero de quien ahora ocupa la silla presidencial.

La oportunidad

Hay que matizar, sin embargo, que el proceso abre la puerta para neutralizar a Donald Trump de una vez y para siempre. La Constitución Norteamericana establece para el Senado las posibilidades de posible sanción en caso de encontrar culpable a Trump incluyen, no sólo la destitución sino que puede votar para descalificar al Presidente para volver a ocupar un cargo público, eliminando su posibilidad de volver a contender por la Presidencia para un segundo mandato.

Probablemente valga la pena intentarlo ¿o no?

Twitter: @solange_  

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