Pasadas las elecciones del domingo, ha permeado la conclusión de que estas elecciones fueron un “voto de castigo” para Morena como partido gobernante. Este voto de castigo suele ocurrir en las elecciones intermedias. En 1994, el PRI de Zedillo pasó de 300 a 239 en 1997, perdiendo por primera vez la mayoría absoluta. El PAN con Vicente Fox pasó de 205 a 147 legisladores y con Calderón como Presidente disminuyó de 206 a 142. Sin embargo, la tendencia pareció no cumplirse con Peña Nieto donde el PRI perdió únicamente 7 legisladores.

Aún falta para que podamos conocer la integración final de la Cámara de Diputados, pero es posible adelantar con los resultados que tenemos hasta ahora que Morena mantendrá los más de 190 legisladores que ganó en las elecciones de 2018 con un porcentaje de votación muy similar al de entonces (37% vs 34%). Las proyecciones dadas a conocer por el INE mencionan un rango entre 190 y 203 un número bastante similar. Dejemos 197 para los efectos de este texto.

La interpretación de que Morena pierde la mayoría en la Cámara proviene de hacer comparaciones de números en distintos momentos del proceso. Un primer número es el obtenido directamente en las urnas (por ambas vías de representación, relativa y plurinominal) y el otro número es aquel que queda una vez que se integra el grupo parlamentario y se da la toma de protesta en la Cámara.

Luego del resultado electoral, a los 191 diputados de Morena se sumaron legisladores de diversos partidos (del PRD, del PT, del PES) en un número tal que, para el momento en que empezó la nueva legislatura, Morena contaba ya con un grupo parlamentario de más de 240 diputados. Este número siguió creciendo en los tres años de la legislatura hasta terminar con los 253 previo a las elecciones.

Comparar 253 contra 197 es un error pues aún no sabemos cómo quedarán los acuerdos entre los partidos de la alianza e incluso con partidos de oposición. La diferencia sustancial se encuentra en la capacidad de lograr que la alianza electoral se traslade en una colaboración legislativa suficientemente duradera. En los últimos tres años Morena logró mantener la alianza con el PT y con el PES, sin embargo, la relación con el Partido Verde (con sus más de 40 diputados) será distinta y tendremos que esperar a ver en qué condiciones se dará (si se da) ese acuerdo de largo plazo.

Es claro que esta lectura (253 vs 197) puede llevarnos a conclusiones anticipadas y equivocadas sobre lo que será la próxima legislatura. Pero también a un optimismo sobre el comportamiento de los partidos políticos de oposición que puede resultar contraproducente. Esta comparación para la oposición se entiende como un mensaje de la ciudadanía que ha sido interpretado como “castigo”, “hartazgo” e incluso “esperanza” en la oposición.

Sin embargo, este mensaje choca de frente con los resultados electorales en las 15 gubernaturas y congresos locales que se disputaron y donde Morena claramente resultó vencedor y la oposición básicamente desapareció.

Si cambiamos la ecuación y comparamos los 191 de 2018 contra los 197 en 2021 y lo sumamos a lo ocurrido a nivel local, nos quedará mucho más claro que el apoyo al presidente y a su partido, si se ha debilitado, ha sido bastante poco. Si bien es cierto PAN y PRI mejoraron sus números, el resultado es insuficiente para vencer en 2024. Ambos partidos entraron al juego polarizador del Presidente y apostaron por un antagonismo que sólo ha dividido más a la sociedad. Ambos partidos tienen un reto muy grande, especialmente el PAN (que fue el que mas creció) para presentarse como una opción real en tres años. Si se duermen en sus larureles con lo obtenido ahora pensando que encontraron la fórmula para ganar, el 2024 puede convertirse en descalabro. Cambiar la polarización fomentada desde el Palacio Nacional por un discurso de unidad puede ser un buen comienzo.

@solange_  

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