“Todo lo que pueda transmitirte que está mal no es ni la mitad de lo que está mal”. Así comienza mi conversación con Pepe Urbina, buzo y espeleólogo, defensor de los cenotes.

Una breve búsqueda y ahí están a la venta los lotes de terrenos comerciales en los alrededores del trazo del tren. Se anuncian como una gran oportunidad de inversión. Terrenos “en el corazón de la selva maya” a $75 pesos el metro cuadrado. Lotes desde 1000 hasta 4000 metros cuadrados o anuncios que prometen el paraíso del Mar Caribe, acceso a la selva y la "belleza casi-virgen" de los cenotes.

Pero los anuncios de los agentes inmobiliarios mienten. La belleza de esos cenotes se la está llevando el cemento. Las imágenes de Garra de Jaguar, publicadas por Guillermo D. Christy, Roberto Rojo y Raúl Padilla en redes sociales, dan cuenta de lo que ya anticipábamos desde el inicio de este proyecto, incluso lo que muchos de los ambientalistas advirtieron hace un año sobre los pilotes.

Hoy Pepe pudo bucear en un cenote. Un buceo diferente. Usualmente bucear en cenotes garantiza un buceo en agua cristalina, con reflejos de luz sobre las formaciones rocosas que dan un aire mágico al lugar. Esta vez para Pepe no fue así “la bóveda del cenote estaba complemente llena de cemento” me dice “intenté tocar el fondo con mi mano, pero fue imposible, el cemento me llegaba al hombro, tenía el brazo completamente sumergido y no pude alcanzar el fondo”. El cemento es usado para poder apuntalar los miles de pilotes necesarios para poder soportar el paso del tren en este tramo.

Pero ese cemento no se quedará solamente en las cuevas y cavernas sumergidas ubicadas debajo del tren. El anillo de cenotes tiene millones de años; el Sac Aktun que es el sistema de cuevas sumergidas más grande del mundo. Sus corrientes están conectadas y termina desembocando en el Mar Caribe.

Una de mis partes favoritas cuando buceo es el sonido del respirador cada vez que inhalo y exhalo. En las cuevas, la imagen de las burbujas tocando el techo de la caverna es mágica, como si pequeños cristales se instalaran en la roca como estrellas en el cielo nocturno. Pepe no vio eso en este último buceo. En realidad, Pepe no pudo ver nada, la visibilidad debido al cemento era casi nula. El cemento vertido en el cenote habría tomado todas las zonas de la bóveda. Al momento en que las burbujas de aire tocaban el techo, pequeños granos de cemento se desprendían de la roca, como un polvo fino que terminaba arrastrado por la corriente.

El agua se llevará los sedimentos y ese cemento terminará por contaminar incluso aquellas cavernas que no se encuentran en el trazo del tren. Aquellas alejadas y que son parte del sistema que sirve al turismo acabarán por resultar contaminadas. Y ese cemento llegará finalmente al Mar para depositarse en el arrecife. Tomará tiempo, años, pero esto junto con todo el impacto que traerá la urbanización de la selva, la falta de planeación, el nuevo turismo, pueden convertir al paraíso en un infierno.

“Me duele que se pudo haber evitado, que no pudimos defender nuestro hogar”, me dice Pepe. Y es que el daño es ya irreversible, el tren está construido, el cemento vertido y los pilotes yacen clavados como espinas, oxidándose, contaminando el agua.

Pero aún podemos salvar la selva, exigiendo que se establezca una zona de protección ambiental en todo el trazo para asegurar que no se contamine más el agua, “que se proteja lo que aún tenemos” cierra Pepe.

“Lo peor de este ecocidio es la apatía de la gente ante la ilegalidad, el despojo y la destrucción” me dice Guillermo DChristy quien coincide en que estos temas son “los más grandes retos a resolver ya, para garantizar la supervivencia de la humanidad”. Organizaciones internacionales como Ocean Futures  Society de Jean-Michel Cousteau ha denunciado en varias ocasiones este ecocidio y han enviado al menos 7 cartas al gobierno que simplemente las ignora.

El gobierno ha destruido buena parte de nuestro patrimonio ambiental y ha puesto en riesgo el abastecimiento de agua de toda la región. En nuestras manos está evitar que siga la destrucción y nuestra herramienta es nuestro voto y las urnas. La única posibilidad de rescatar algo es no votar por quienes han mentido en cada fase de este desastre.

En su megalomanía, Andrés Manuel López Obrador sueña con pasar a la historia. Lo hará, como el presidente que destruyó los cenotes y la Selva, como el creador del peor desastre ambiental en la historia y todo por cumplir su capricho: construir su trenecito.

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