Para muchos, el nombre de Joko Widodo puede sonar absolutamente extraño. El actual presidente de Indonesia es un hombre que llegó al poder asegurando ser un “hombre del pueblo”. Jokowi (como también es llamado) llegó al poder en 2014, bajo la bandera de reformista, defensor de la democracia, frente a un oponente que amenazaba convertirse en un gobierno autoritario de ganar las elecciones: Prabowo Subianto. Subianto, un exgeneral militar acusado de violaciones a derechos humanos era el candidato opositor, al que, increíblemente, en octubre de 2019, Widodo nombró Ministro de Defensa, unos días después de haber resultado relecto como presidente.

El voto por Widodo fue un voto a favor del sistema democrático, pero algo falló en la ecuación. Traicionando a la ciudadanía indonesa, Jokowi ha llevado a cabo un gobierno de regresión democrática, un gobierno antiliberal y en el que el ejército se ha fortalecido al grado de asumir para sí funciones que antes correspondían únicamente a autoridades civiles.

Desde designar a generales en retiro en espacios civiles tan importantes como la jefatura del gabinete presidencial o encabezar la agencia de inteligencia estatal (BIN), hasta el nombramiento de militares en activo para ocupar cargos civiles en diversas dependencias civiles, Jokowi ha infiltrado tanto al ejército en tareas de gobierno que hoy por hoy su influencia en la toma de decisiones políticas de orden civil es innegable.

Los militares en Indonesia hoy pavimentan caminos, codo a codo con los campesinos en las comunidades más apartadas; imparten clases a los niños, pero también a los presos y colaboran con programas de sostenibilidad alimentaria, al tiempo que se involucran en tareas de seguridad interna y de lucha anti-terrorista; o bien realizan funciones destacadas en asuntos marítimos e inversiones. Todo ello les ha ganado un lugar en la percepción de los ciudadanos, 90% de los cuales confía en ellos.

En un país que vivió mas de 30 años de una cruel dictadura militar y luego de más de dos décadas intentando construir una democracia, la traición de Jokowi es aún más reprochable. Hoy, luego de haber sido desplegados en todo el país para reforzar las restricciones establecidas para controlar la pandemia, parecen haber ganado aún más poder y terreno.

A la par de la política de fortalecimiento del papel del ejército, Widodo ha empujado una política regresiva en materia de libertades, modificando, por ejemplo, el código penal para endurecer penas y establecer delitos como aquel de ofender al presidente o confiscando libros como ocurrió en 2018, cuando el ejército confiscó cientos de libros relacionados con el comunismo.

De acuerdo con el reporte de Freedom House, Indonesia hoy en día es considerada como “parcialmente libre” y ha venido perdiendo terreno en los últimos cuatro años, debido, predominantemente, a la creciente influencia militar en el gobierno. Esta influencia pone en peligro las instituciones y el gobierno civil y con ello la propia democracia. Es claro que Jokowi utilizó esta maniobra para encontrar aliados que le permitieran mantenerse en el poder, sin embargo, el riesgo de que los militares consideren que son mejores para gobernar que los civiles es demasiado alto.

Valdría la pena que el gobierno de México pusiera sus propias barbas a remojar. Es claro que los antecedentes son distintos, pero el incentivo perverso que implican los crecientes espacios de poder e influencia y las deudas políticas es exactamente el mismo que en cualquier parte.

Twitter: @solange_

Google News

TEMAS RELACIONADOS