Se ve desde el espacio, Una barrera marina viva de 345,000 kilómetros cuadrados, una superficie más larga que las islas británicas e Irlanda y cinco veces el tamaño de Tasmania, que incluye mas de 2,900 corales y alrededor de 940 islas y cayos.

Aquí, descansando a entre 16 y 160 kilómetros de las costas del Estado de Queensland en Australia, en el mar de coral, los peces tropicales coexisten con los tiburones, las tortugas, las anémonas, hasta ballenas y tiburones, muchas de ellas en peligro de extinción.

Una maravilla natural que existe gracias a las millones de colonias de polipos coralinos minúsculos cuyos esqueletos forman conjuntos coralinos multicolores. Vista de cerca no decepciona, es la mayor estructura del planeta compuesta por organismos vivos: millones de corales de distintas formas, especies y colores se agrupan para formar un hábitat de incomparable belleza y diversidad.

Pero para realmente apreciarlo hay que dar un salto al agua y hacer un viaje que nos deje enamorarnos de este paraíso submarino. Dejándote llevar por el vaivén de las olas, el sonido del agua golpeando contra el casco del bote, la brisa que sopla despacio te despeina, inunda tu nariz con aroma de mar y te deja en la boca un inconfundible sabor a sal.

Respiras hondo y sin pensarlo más te zambulles de un salto. La sensación del agua fría luego de sentir el ardiente sol resulta más que refrescante. El fascinante mundo submarino se abre ante tus ojos de manera tan simple que por un momento dudas que lo que estás viendo sea realidad. Cualquier acuario, por hermoso que haya sido, se queda corto comparado con este mundo mejor, más real, más libre, casi sin fin.

Lamentablemente, este tipo de paraísos y parte de la vida que se encuentra en ellos están en peligro. Las presiones ambientales han ocasionado que se pierda la mitad de su cobertura de coral en los últimos 30 años. El 2016 una oleada de blanqueamiento terminó con el 50% de los corales de la zona norte de la Gran Barrera.

La protección de nuestros océanos no sólo tiene un interés “estético”, significa para el ser humano parte de su protección. Los océanos sirven como amortiguadores del calentamiento global. Los problemas que enfrenta la Gran Barrera afectan directamente a los organismos que viven en ella e indirectamente a quienes dependen de la salud de los océanos para sobrevivir.

Mientras frente a ti nadan cientos de peces de colores, seguro alguno, picado de curiosidad -la misma que sientes tú por él- se acercará a mirarte más de cerca, sin hacerte daño. Quizá la suerte te sonría y una tortuga verde pase junto a ti, con nadar perezoso y desenfadado y puedas apreciarla de cerca. Tus movimientos son lentos y quizá torpes, pero pronto empezarás a acostumbrarte a los sonidos, a la sensación de flotar, a controlar tu respiración y con ello a disfrutar del momento.

Quizá una mirada más experta pueda señalarte el daño que la acidificación del coral, provocada por el cambio climático y la contaminación del océano, ha dejado mostrándote restos de coral ya sin color, blanqueado, muerto, espacios en los que las demás especies ya no pueden encontrar refugio. Mientras que el coral sano te mostrará la otra cara de la moneda, la gran cantidad de vida que alberga: peces camuflados, rayas escondidas y quietas, temerosas de tu paso, diminutos cangrejos y, tristemente, algún pedazo de plástico creado por el ser humano, aquí, a decenas de kilómetros de la tierra...

Sin darte cuenta el tiempo de la inmersión ha terminado, 45 minutos han pasado y vuelves a la superficie y al barco. Te deshaces del equipo con la puesta de sol en el horizonte. Hay pocas nubes en el cielo, una gaviota vuela cerca y ya con la puesta de sol a cuestas reflexionas y comprendes que lugares como este, sea en Australia o en México, deben cuidarse y preservarse pues nuestra propia vida en el planeta depende enteramente de ellos.

Twitter: @solange_

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