Tres años tuvieron que pasar para que los mexicanos pudiéramos vivir el desastre de la mal llamada Cuarta Transformación. Tres años llenos de malas decisiones, improvisación y soberbia. La mitad de una gestión que, en muchos sentidos y para muchos sectores, ha sido un desastre. Pareciera que el presidente se ha debilitado.

Los resultados de las elecciones intermedias han tenido varias lecturas y algunas consecuencias que empezamos a vivir semanas después de que se llevaran a cabo. Una de esas primeras consecuencias es la pérdida de poder que parece sentirse alrededor del Presidente. Falta de coordinación dentro de su equipo; declaraciones sin ton ni son entre los miembros de su propio partido y próximos integrantes de la bancada morenista. Avances y retos importantes desde los partidos que integraron la alianza, especialmente el Partido Verde pero también del PT.

Lo anterior muestra a un presidente debilitado que ha perdido poder después del proceso electoral. Es verdad que ganó la Alianza pero con partidos distintos que no comprometen lealtades y empiezan a mostrar fracturas a pocas semanas del triunfo. Fracturas que se trasladan al interior del Movimiento hecho partido que es Morena. Fracturas que demuestran rupturas internas que están llevando a una lucha por el poder dentro del partido y por ende una lucha por la sucesión presidencial. El que todos estos asuntos se estén ventilando públicamente es un indicio de que algo no va bien en el liderazgo que encabeza López Obrador.

En los próximos meses habrá dos momentos clave en el futuro político del Presidente y el de todo el país. En marzo de 2022 se votaría por la revocación de mandato y en agosto próximo vendría la consulta para “esclarecer” las decisiones de actores políticos del pasado. Ambos momentos pueden ser definitorios en el futuro político del presidente y de la autonombrada 4T.

Andrés Manuel tiene claro que el futuro político de su movimiento y de su supuesto legado puede estar en juego debido a los golpes internos y al creciente descontento social frente a su gobierno. Ante esto, el Presidente puede intentar dar un golpe en la mesa para recuperar el poder y el control. Parte de eso puede ser justamente la destitución de la Secretaria de la Función Pública y quizá de otros integrantes de su propio gabinete que puedan ser vistos como “rijosos”. También ahí se sumarían otros cambios en el gabinete, un mayor uso propagandístico de la conferencia matutina (de la que ya ha anunciado (¿amenazado?) que podría durar más) y mayor persecución -y ahora espionaje- a periodistas críticos con su gobierno.

A ello se sumará también, la reacción que pueda tener el Partido Verde (hoy investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera y el SAT) que quizá piense dos veces antes de seguir manteniendo una postura beligerante ante el gobierno o el PT, cuyos diputados serán indispensables para lograr reformas legislativas. El tema de las reformas constitucionales, pilares para la agenda del Presidente, será otro asunto con el que deberá lidiar, pues para lograrlas necesariamente requiere los votos ya bien del PRI o del PAN para no quedarse en el limbo.

Finalmente, no debemos perder de vista que, si bien, el Presidente y su partido tuvieron muy malos resultados en la ciudad de México, a nivel local, lejos de debilitarse se fortalecieron, ganando más gubernaturas que ahora decidirán conforme a los dictados presidenciales. Este será otro elemento de fortalecimiento al poder presidencial. Quizá hoy parezca que el presidente se ha debilitado, pero darlo por muerto sería cantar victoria muy pronto. A México aún le restan tres años más de López Obrador y su cuarta transformación.



@solange_  

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