Los mexicanos que prestaban atención a las noticias canadienses el otoño pasado se quedaron atónitos al escuchar comentarios de que Canadá y Estados Unidos deberían actuar por su cuenta en la próxima ronda de negociaciones comerciales de América del Norte. La indignación expresada fue aún más airada que la reacción ante las amenazas de la administración entrante de Trump de poner fin al libre comercio. Una explicación que circulaba era que «México esperaba esto de Estados Unidos, pero nunca de Canadá».
Esta perspectiva en Canadá, que surgió de un pequeño número de personas, reflejaba un temor existencial a que Estados Unidos quisiera deshacer los importantes avances, la integración y la prosperidad que hemos logrado en América del Norte. El sector privado canadiense nunca consideró seriamente la idea de dejar atrás a México, y hubo voces importantes en Canadá que siempre defendieron que necesitábamos fortalecer, y no romper, nuestros lazos con México.
Hoy en día, hay que reconocer que tener lazos débiles entre Canadá y México crean oportunidades para terceros que desean obtener ventaja en las negociaciones. Al no consolidar nuestra relación bilateral, el tercer pilar de la tríada norteamericana, corre en contra de los intereses de ambos.
Se necesita un cambio de paradigma. Nuestra relación comercial y de inversión ha sido durante largo tiempo mucho más sofisticada que simplemente la avena y los aguacates. Los canadienses y los mexicanos debemos aprovechar el momento oportuno de nuestra búsqueda mutua de diversificación comercial para elevar la calidad de nuestra colaboración.
Un avance importante sería que reconozcamos que nuestras economías han evolucionado y madurado significativamente durante 30 años de mayor integración norteamericana. México hoy está decidido a seguir ascendiendo entre las economías más grandes del mundo. Como primer paso, en un momento en que todos buscamos nuevos motores de crecimiento, los inversionistas mexicanos deben explorar oportunidades más allá de Estados Unidos, en Canadá.
Canadá ofrece importantes ventajas comparativas que México podría aprovechar: una fuerza laboral talentosa, centros de innovación pioneros, empresas de ingeniería de clase mundial y tecnología líder en los sectores energético, minero y agroalimentario, entre otros. Tener más presencia de inversiones mexicanas en Canadá cambiaría por siempre la imagen y la influencia de México en Canadá.
A pesar de la gran fuerza de la economía mexicana, el total de la inversión directa mexicana en Canadá no ha aumentado en los últimos diez años, quedando alrededor de $3,000 millones de dólares, mientras que el total de la inversión directa de Canadá en México se ha triplicado hasta alcanzar los $46,000 millones de dólares. Tenemos mucha más capacidad de invertir en el éxito mutuo al mismo tiempo que protegemos nuestros intereses nacionales.
Y nunca ha habido un mejor año para ello. Inmediatamente después de las elecciones canadienses de abril, el primer ministro Mark Carney animó a la presidenta Claudia Sheinbaum a participar en la Cumbre del G7 en Kananaskis y, en agosto, los ministros de Asuntos Exteriores y de Finanzas de Canadá visitaron la Ciudad de México.
Mañana el primer ministro Carney estará en Palacio Nacional para realizar su primera visita oficial a México. Aunque es cierto que Canadá ha tenido que recuperar terreno, asegurémonos los dos de que este impulso no se desperdicie.
Consejera especial principal para México y las Américas. Consejo de Negocios de Canadá






