¿Cómo está la situación allá?, le pregunto a mi amigo D, quien tiene un proyecto de reinserción social (reconocido internacionalmente) con jóvenes en situación de riesgo en El Salvador. “Terrible lo que está pasando, se están llevando presos a un montón de jóvenes en las comunidades sin haber cometido un delito. Solo por ser hombres jóvenes. Estoy acá y estoy superpreocupado por mis muchachos con los que trabajo, que viven en las comunidades donde la policía está entrando a las casas y, sin explicación está buscando llenar las cárceles”. Terrible, siento cómo mi corazón se rompe en pedacitos.

“¿Qué vas a hacer?”, le pregunto… “Ahorita lo único que puedo hacer es fortalecer mucho las redes del proyecto sacando las caras de los chavos que están trabajando conmigo, con la esperanza de que la policía vea que no son ningunos criminales solo por los tatuajes que tienen.”

“Estoy desesperado, Saskia, esta situación está muy difícil”, termina.

Nayib Bukele

, presidente de El Salvador, implementó esta semana una política de cero tolerancia para pandilleros de la M13 y Barrio 18. Presume en redes sociales y en medios de comunicación los tratos inhumanos dentro de las cárceles que reciben los hombres cuyos lienzos de piel cuentan historias estigmatizados por la narrativa mediática criminal. Bukele está enseñando abiertamente cómo golpea, humilla y deja sin comer a los miles de hombres que acusa, pertenecen a las pandillas. Graban cómo entran las autoridades a las casas y se llevan sin razón alguna a personas que determinan (sin un proceso de justicia) que son o fueron parte de la M13 o el Barrio 18.

Le alimenta a la sociedad el discurso de odio y punitivisimo, haciéndoles creer que el linchamiento y la venganza son sinónimos de justicia.

Por instrucciones del Presidente el Congreso en El Salvador modificó la ley para poder juzgar como adultos a niños y niñas de 12 años en adelante y establece que el gobierno no tiene la obligación de informar a un procesado los motivos de su detención.

Las acciones radicales de Bukele encuentran sustento en la desesperación de una sociedad agraviada durante muchos años, pero poco resuelven de fondo. Se trata de medidas reactivas y de impacto mediático que no transforman la profunda descomposición social.

Señor Presidente, si sus opciones son “muerte o cárcel” es porque no está haciendo su trabajo. Un gobierno que recurre al uso de la fuerza demuestra la fragilidad y vulnerabilidad de sus instituciones. Instituciones débiles donde predominan la corrupción y la impunidad.

Las medidas punitivas en un Estado exponen la ausencia de Estado de Derecho y demuestran cobardía al atacar un problema desde la raíz.

Es política barata.

Desde la normalización de la violencia extrema, las pandillas existen y se forman como consecuencia directa de la necesidad de niños y jóvenes de pertenecer a una sociedad donde carecen de las oportunidades y las necesidades básicas. Existen y se han descontrolado, a raíz de una sociedad y un gobierno indiferente. Para muchos las pandillas no son una elección, en muchos casos, éstas representan una solución para sobrevivir.

Mandela decía: “Un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio, enseña a los oprimidos a usar la fuerza al oponerse a él”.

La construcción de la Paz no puede, no debe nunca, venir desde la construcción de la violencia.


Presidenta de Reinserta