La semana pasada expuse aquí mi conversión a la 4T, gracias a un cura que me convenció de la santidad de quien la encabeza.

Pero, como supongo que le sucede a cualquiera que cambia de iglesia o de partido político, empezaron a surgir las dudas.

La primera, por la insistencia del jefe en que el conocimiento no sirve para nada. Igual que Pablo de Tarso, para quien la ciencia y la filosofía impedían el acceso a Dios y por lo tanto, las dudas y cuestionamientos debían quedar proscritos del pensamiento humano. Por eso se quemaron bibliotecas, se asesinó a matemáticos, filósofos y poetas y se acusó de herejía a todo pensamiento diferente. Hoy se hacen iguales acusaciones y se le corta el presupuesto a la ciencia y la cultura.

La segunda, por su enojo porque autorizaron la construcción de un edificio en pleno centro histórico de Veracruz. ¿Dónde estaba el INAH? preguntó, aludiendo a la institución que se supone cuida nuestro patrimonio histórico. Y tenía razón, pero ¿por qué no la regañó cuando desaparecieron la estatua de Cristóbal Colón que estaba en el Paseo de la Reforma de la CDMX?

La tercera, por su su recibimiento al político inglés Jeremy Corbyn, al que presentó como defensor de los derechos humanos, olvidando que este señor homenajeó a los palestinos que masacraron a los atletas israelíes en la olimpiada de Munich en 1972. Una cosa es apoyar una causa y otra es festejar sus atrocidades. Pero esto no pareció importarle al Presidente, quien, como dice un lector, o lo hizo por ignorancia o por mala fe, pero en cualquier caso, es una vergüenza.

Después de una noche de insomnio y angustia por esas dudas, en la mañana me tranquilizó recordar que la esposa del santo es doctora y les gusta presumir eso, lo cual tal vez signifique que sí valoran el conocimiento. Como Montaigne, AMLO ha dicho “es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices” y esto es lo mismo que sostiene Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil: “Si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida”. ¿Quiere decir que el santo se percata de que las artes nos permiten vivir más allá de la preocupación por el beneficio inmediato y entonces sí las va a apoyar?

Por lo que se refiere a las otras dudas, aún no encuentro ni atisbo de respuesta. Humberto Musacchio dice que Cristóbal Colón era un genocida y que estuvo bien quitarlo, pero este señor no entiende el significado de esa palabra, así que su respuesta no vale.

Y en cuanto al visitante inglés, pues ya tuvimos una situación similar en México, cuando un señor que era director del INEHRM festejó el asesinato del empresario Eugenio Garza Sada en 1973, atribuyéndoselo a “jóvenes valientes” y también a esta persona la defiende.

A última hora me surgió una duda más. El Presidente ordenó que se permita atracar a los cruceros que llegan a las costas mexicanas aún si llevan personas contagiadas a bordo. “Es la política de fraternidad, solidaridad y no discriminación de nuestro país”, dijo el secretario de Turismo, pero más bien parece la puesta en acción de su idea de que no se contagian de Covid quienes no mienten, no roban, no traicionan.

Pero entonces ¿cómo explicarse tantos contagiados (él mismo dos veces) en México?

Escritora e investigadora en la UNAM
arasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com