Tras los informes sobre el desempeño de la economía mexicana, en el primer semestre de 2019, y los pronósticos que de ella se hacen para el término del año, se han publicado una gran cantidad de opiniones que se enfocan en responsabilizar al actual gobierno de que el primero sea malo y los segundos se vislumbren cada vez peores.

Las principales calificadoras, como Moody´s y Standard & Poor´s, han bajado sus perspectivas de la economía mexicana de estable a negativa, bajo el argumento de que en México se han deteriorado condiciones como son la claridad y la certeza para los inversionistas. En lo interno, el sindicato de los empresarios, la Coparmex, también de manera recurrente ha estado criticando las decisiones tomadas por el actual gobierno, y han publicitado sus pronósticos, a la baja, del crecimiento del país. Sin embargo, un análisis medianamente completo que trate de explicar el desempeño económico de un país, debe considerar no solamente las decisiones actuales en materia de política económica internas, sino también la herencia de administraciones anteriores y el contexto internacional.

El actual gobierno se encontró con un país en ruinas, asfixiado por la enorme corrupción enquistada en todos los niveles de la vida pública, y por los compromisos crecientes del pago del servicio de la deuda; con su principal empresa generadora de divisas (Pemex) en franca bancarrota y para colmo con la inercia de la violencia que no se ve para cuando se detendrá. En el plano internacional, ha tenido que lidiar con un mayor proteccionismo de su principal socio comercial (EU), con una tendencia al estancamiento de las principales economías y con una guerra comercial en curso entre EU y China.

El proteccionismo estadounidense, sumado a la disminución en el ritmo de crecimiento de los países asiáticos, con China a la cabeza, no crean expectativas halagüeñas para nadie. La reciente devaluación del yuan en su búsqueda por compensar el aumento de aranceles impuesto por Estados Unidos, podría ocasionar la salida de capitales de China y resultar en una mayor disminución del crecimiento de ese país, lo que provocaría serios problemas para muchos países que dependen de las compras que el gigante asiático hace de materias primas. Otro resultado de esa devaluación es la apreciación del dólar y del euro, lo que significará pérdida de valor en términos relativos de las otras monedas, por ejemplo, del peso mexicano y el encarecimiento de sus productos de exportación y por tanto menor competitividad.

La devaluación del yuan y la serie de efectos que hemos mencionado tendrá el efecto directo de incrementar la parte de la deuda que está pactada en dólares, que por cierto, representa el 30 por ciento de una deuda total de poco más de 10 billones de pesos.

El empresariado mexicano reacciona con enojo a dos medidas tomadas por el actual gobierno: la cancelación del aeropuerto en Texcoco y el saneamiento de Pemex, mediante la reducción de su carga fiscal y de los porcentajes en los contratos de utilidad compartida. Esto no quiere decir que la economía no presente problemas, sino que éstos están siendo usados para hacer propaganda contra el proyecto de nación en su conjunto, como si una economía en bonanza dependiera de un solo hombre.

Lo que sí puede hacer el gobierno de AMLO es lo que desde distintos foros se ha dicho. Debe “soltar” el gasto y replantear la cuestión de cobrar nuevos impuestos al capital y tal vez hasta en recurrir al endeudamiento, todo con el fin de reactivar la inversión y poder tener margen de maniobra para llevar a cabo su proyecto de lucha contra la pobreza.

Profesora Facultad de Economía UNAM e integrante del CACEPS. caceps@gmail.com

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