La justicia no termina con la sanción al responsable de una conducta delictiva. Demanda crear estrategias para que aquellos que han cumplido con su condena puedan reinsertarse en la sociedad y tener elementos para no volver a delinquir.

¿Cómo se hace? ¿La sociedad, las autoridades, los empresarios están listos para dar trabajo de calidad a ex internos aun dentro de la pandemia?

La reinserción es un proceso de rehabilitación, que comienza dentro del penal y se prolonga fuera de él. Necesita de un plan integral que vincule a las personas liberadas con las empresas ofertantes de trabajo.

Porque cuando salen de prisión carecen hasta de documentos básicos de identificación, como la credencial de elector, de redes de apoyo comunitario o familiar que les ayuden a reinsertarse en la vida laboral y social.

Hace algún tiempo conocí a un exconvicto que reconocía haberse dedicado a la extorsión en una de las zonas más conflictivas de la Ciudad de México; su trabajo, entonces y si así podía llamársele, era obligar a comerciantes a pagar el llamado “derecho de piso”.

Fue detenido y condenado a prisión. En la cárcel pudo encontrar otro sentido a su vida y comprendió el daño que había hecho a sus víctimas.

Salió de uno de los reclusorios con la firme convicción de enmendar el camino, buscar un trabajo y mantener honradamente a su familia. Quiso ser taxista, pero cuando los dueños de los autos sabían que estuvo preso, no lo contrataban; lo mismo le pasó al tocar la puerta en empresas.

Su única red comunitaria era aquella que permeaba en su barrio, y pronto sus antiguos “compañeros de trabajo” lo buscaron para tratar de enrolarlo de nuevo a las actividades de extorsión.

Amenazado por rechazar la oferta y desesperado por no encontrar una actividad remunerada, optó por viajar a Estados Unidos, indocumentado, a buscar empleo. Finalmente encontró trabajo en un campo de golf en Hawái.

Las opciones que les quedan a quienes han pasado por prisión son el trabajo informal o volver a delinquir, recurrir a las únicas redes de apoyo que tenían antes de ser detenidos: las redes delincuenciales.

El mismo o un peor escenario enfrentan las mujeres, pues de acuerdo con reportes de organismos civiles como Reinserta, desde donde Saskia Niño de Rivera ha realizado una labor encomiable en favor de mujeres vulnerables, enfrentan la cruda realidad del abandono, olvidadas por sus parejas sentimentales e incluso por su familia.

En muchos casos son madres que viven con sus hijos en la penitenciaría y llevan la doble carga de enfrentar un proceso penal o compurgar una sentencia y criar y educar a una hija o hijo al mismo tiempo.

El modelo penitenciario mexicano está basado en la reinserción social, es un esquema que cree en la capacidad del individuo para rehacer su vida y reintegrarse a la sociedad, pero también cree en la capacidad de la sociedad para reintegrar a aquellos que ya pagaron su deuda.

La segunda oportunidad requiere de voluntad. Las autoridades penitenciarias, encabezadas por el subsecretario del Sistema Penitenciario, Hazael Ruiz, están comprometidas con ello y, a través del Instituto de Reinserción Social dirigido por Raquel Olvera, en el gobierno se impulsa el acceso de ex internos a empleos en un proceso que requiere crecer acompañado de empresarios y ciudadanos.

Una Ciudad de seguridad y justicia, como la ha establecido la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, necesita voltear, necesariamente, a las mujeres, los jóvenes y adultos que han saldado su deuda y buscan una nueva oportunidad.

@guerrerochipres

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