A un año de vivir y enfrentar la pandemia por Covid-19, el estado mental de las y los mexicanos ha pasado por una variedad de emociones que hacen necesario considerar a la salud emocional como un elemento clave de la vida cotidiana.

Del miedo, angustia y ansiedad por contagiarse del nuevo coronavirus, la gente pasó a la desesperación por recibir atención médica o conseguir insumos sanitarios —tanques o concentradores de oxígeno— para sí o para familiares, o la desesperanza ante la pérdida de un familiar, amigo, vecino, compañero de trabajo.

Ante las más de 181 mil defunciones en el país, la mayoría de las y los ciudadanos conocemos a una persona, cercana o medianamente cercana, que ha muerto a causa de la enfermedad.

En este primer año de pandemia hemos sido testigos de cómo la violencia se concentra en los hogares y los generadores de ambientes agresivos son las personas más cercanas. El confinamiento sanitario puso a niñas, niños, adolescentes, mujeres y personas de la tercera edad en calidad de víctimas.

Todas estas circunstancias no fueron exclusivas de una ciudad o de un grupo etario o social. La multiplicación de reportes de asistencia psicológica presentó una tendencia paulatina y sostenida de incremento desde marzo.

De las 35 mil 357 atenciones brindadas entre 2020 y el primer bimestre de este año, a través de la Línea de Seguridad o Chat de Confianza del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, 35% corresponden a usuarios de la capital.

Un 29% son de residentes de otros estados, 14% del Estado de México y 2% del extranjero.

Entre los cinco estados que reportan más peticiones de contención emocional están Jalisco, Veracruz, Puebla, Nuevo León y Guanajuato. De otros países se ha atendido a personas de Colombia, Perú, Estados Unidos, Argentina o Ecuador.

La preocupación por la salud mental y el reconocimiento de la necesidad de ayuda es notable ante una situación que, erróneamente, puede ser percibida como vergonzante.

Vencer el temor a hablar de los problemas emocionales y mentales no es fácil, se deben romper prejuicios, en ocasiones enquistados por un factor de edad. Entre los jóvenes se concentra por ello el mayor porcentaje de solicitudes de ayuda.

El 30.6% de las llamadas son de personas entre 18 y 30 años, el 18.8 son menores de 17 años.

Conforme crece el grupo etario, el porcentaje disminuye. El 15.7% está entre 13 y 35 años, 8.7% entre 45 y 60, y el 5.7% tiene más de 60.

La pandemia trajo diversos duelos, individuales o familiares. Los reportes del Consejo revelan sentimientos de culpa por la enfermedad o pérdida de una persona cercana, por no haberse cuidado y provocar su contagio, por no haber buscado atención a tiempo e incluso por no haberlos llevado al médico cuando empezaron con síntomas.

Ha pasado ya un año del primer caso de Covid-19. La pandemia aún no termina y tenemos un largo camino por recorrer, con nuevas formas de convivir y con otras necesidades que atender.

Es tiempo de poner entre las prioritarias a la salud mental.

@guerrerochipres

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