Entre elogios mutuos, aplausos y reconocimientos por un “nuevo enfoque holístico y más humanista” en la cooperación para la seguridad, el narcotráfico, la migración y la trata de personas, ayer México y Estados Unidos suscribieron un nuevo mecanismo para enfrentar los fenómenos de violencia, asesinatos, adicciones crecientes, proliferación de armas, migración ilegal y pobreza. Con la presencia de los tres hombres fuertes de la administración Biden en seguridad y justicia, los secretarios Antony Blinken, Alejandro Mayorkas y el fiscal general, Merrick Garland; y del lado mexicano el presidente López Obrador dando la bienvenida y el canciller Marcelo Ebrard como jefe negociador, se selló el nuevo “Entendimiento Bicentenario para la Seguridad, Salud Pública y Comunidades Seguras” entre los dos países, que sustituye a la desaparecida Iniciativa Mérida.

Con conceptos nuevos en la compleja relación bilateral, en un tema tradicionalmente áspero como es la seguridad y el narcotráfico, ahora se habla de “familia y amistad”, de “socios iguales”, de “enfoque moderno de salud pública”, de “prevenir el crimen” y en general de una “nueva visión holística sobre la seguridad”. La declaración conjunta que emitieron ayer las delegaciones que participaron en el Diálogo de Alto Nivel en Seguridad, realizado en la sede de la Cancillería mexicana en Ciudad de México, parecía más un tratado de paz y de justicia, redactado desde un movimiento social y civil alternativo, que un documento surgido de un diálogo bilateral en donde históricamente el lenguaje y la redacción de los compromisos suele ser mucho más técnico, más duro y complejo, como suele ser la relación entre México y Estados Unidos.

Un secretario de Estado norteamericano que se desvivía en elogios para “Marcelo”, como llamaba a su contraparte mexicana y que decía coincidir con todo lo expresado por el jefe de la delegación con la que acababa de sellar el nuevo acuerdo bilateral. Blinken empezaba su alocución, en la conferencia de prensa conjunta, hablando de los “fascinantes murales” en el Palacio Nacional y maravillado porque el Presidente mexicano se hubiera tomado tiempo para darle un recorrido y una explicación personal de las pinturas monumentales. El halcón de Washington escondía las garras y mostraba, como pocas veces se ha visto, un rostro amable y humanista de un Secretario de Estado de la súperpotencia: “Vamos a trabajar como socios iguales…vamos a respetar derechos humanos y soberanía…vamos a invertir en educación y salud…vamos a enfrentar las causas fundamentales del crimen”.

Y en las preguntas y respuestas, Blinken hablaba de una “frontera vibrante” y en medio de la ola de migrantes haitianos y centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos pero que son deportados y recibidos en México, volvía a elogiar al canciller mexicano al afirmar que “la cooperación migratoria nunca había sido tan sólida”, en referencia a la aceptación de nuestro país de recibir a todos los migrantes y solicitantes de asilo que son regresados por su gobierno. No obstante, cuando los reporteros preguntaron si se habló en la reunión del plan “Remain in México” o del controvertido título 42, que obliga a los demandantes de asilo estadounidense a permanecer en territorio mexicano, los dos funcionarios eludieron el tema y prefirieron seguir hablando del nuevo acuerdo de “paz, inversión y justicia” entre los dos países.

Por la parte mexicana, como ya es constumbre en los temas de política exterior y en particular en la relación con EU, el lucimiento era todo para Marcelo Ebrard que se llevaba el protagonismo, los reflectores y los elogios de los visitantes de Washington. En vez de enfocarnos en capturar a capos de la droga, decía el canciller mexicano, ahora tendremos una visión más integral en la cooperación para la seguridad, que priorice la prevención, la inversión en desarrollo social y el uso de la inteligencia para el combate a las redes del crimen, particularmente mediante el combate al tráfico de armas y lavado de dinero.

“Dejamos atrás la Iniciativa Mérida y entramos a partir de hoy al Entendimiento Bicentenario. ¿Por qué bicentenario? Porque en 2022 cumplimos 200 años de relaciones bilaterales México-Estados Unidos, una de las más antiguas para México, como ustedes saben fue de los primeros países que nos reconoció. Este entendimiento se sustenta en que incorpora la visión que tiene tanto el gobierno del presidente Biden, como la visión del gobierno del presidente López Obrador: de tener un enfoque más integral del tema de seguridad, salud y comunidades seguras. Hay una afinidad ideológica en la visión de los dos presidentes, Biden y López Obrador”, explicaba el titular de la SRE al presentar el nuevo acuerdo bilateral, que decía se inspira en la ideología del presidente Franklin D. Roosevelt y su “New Deal”.

El documento en el que se emite la Declaración Conjunta y el Entendimiento Bicentenario menciona tres compromisos centrales y una serie de acciones específicas a las que se comprometen los dos países: 1) Proteger a nuestra gente invirtiendo en salud pública en relación con el consumo de drogas, apoyando comunidades seguras y reduciendo homicidios y delitos de alto impacto. 2) Prevenir la delincuencia transfronteriza asegurando modos de viaje seguros y comercio, reduciendo el tráfico de armas, apuntando a las cadenas de suministro lícitas y reduciendo el tráfico ilegal de personas. Y 3) Desmantelar las redes criminales, persiguiendo a las personas vinculadas a financiamientos ilícitos y fortaleciendo a los sectores de la seguridad y la justicia. 

Antes de la conferencia conjunta y de que se conociera ese documento, en el salón de la cancillería mexicana donde se selló el acuerdo que ya se había “planchado” en las últimas semanas cuando se acordaron los términos de su singular y novedosa redacción, la reunión transcurrió siempre en tono cordial. La secretaria de Seguridad mexicana, Rosa Icela Rodríguez, les vendió a los enviados de Washington sus cifras y estadísticas que afirman que ya se logró revertir la tendencia al alza en los delitos de alto impacto que venían creciendo desde 2015; luego el subsecretario Ricardo Mejía decía que “más armas en México significan más droga para Estados Unidos” y, del lado mexicano, cerraba las presentaciones el canciller Ebrard con una diapositiva que mostraba estadísticas de violencia y homicidios para sostener la exigencia mexicana de reducir el tráfico de armas hacia nuestro país. En las dos exposiciones, las de México y las de los funcionarios estadunidenses hubo varias rondas de aplausos de las dos delegaciones.

Al final, en el gobierno mexicano hablaban del encuentro de alto nivel como “un gran éxito” para la administración de López Obrador, que una vez más echaba por tierra los malos augurios y los pronósticos de una relación tensa con molestias y enojo de la Casa Blanca por la ineficacia de la política de seguridad de este gobierno. Muy lejos de eso hubo elogios, reconocimientos mutuos y promesas de respeto a la soberanía, los derechos humanos, la justicia y la inversión para atender las causas originales del crimen.

En lugar de reclamos y tensiones, las palabras y los mensajes no verbales, junto con la nueva terminología y una retórica casi pacifista y “holística” en la cooperación bilateral en seguridad, le daban un giro inesperado a una relación en la que, hasta ahora, y durante las últimas 7 décadas —desde que comenzó el fenómeno de la producción y trasiego de drogas desde México hacia los Estados Unidos después de la segunda Guerra Mundial— había estado marcada por la presión estadounidense, el intervencionismo, la estigmatización de México como “productor y envenenador de la juventud estadounidense” y una dispareja e injusta cooperación en la que México ponía los muertos y Estados Unidos el consumo y los adictos.
Tenemos sin duda un nuevo entendimiento con los Estados Unidos en materia de seguridad, pero lo que no está muy claro –a pesar del lenguaje humanista y la retórica casi hippie de “amor, respeto y paz” contra el narcotráfico y toda su cauda de violencia, sangre e impunidad— es si se mantiene el mismo viejo sometimiento que siempre ha marcado y marcará más allá de la suavidad de las palabras, esta compleja vecindad.

NOTAS INDISCRETAS…

Mientras en Morena ya tienen todo un plan para “convencer” a los diputados priistas de las bondades de la contrarreforma eléctrica de López Obrador, en el PRI las tensiones internas crecen y la bancada priista del Senado se apresta a convertirse en un “dique” para frenar la propuesta constitucional, en caso de que sus compañeros diputados chaquetearan y decidieran apoyarla. Los senadores priistas encabezan junto con el PAN la intención de frenar en la Cámara alta a la iniciativa lopezobradorista, bajo los argumentos de que sería regresiva y dañina para tener energía de calidad y para el medio ambiente, además de ocasionar altos costos para el Estado mexicano por la cancelación de contratos de inversión privada. No hay duda de que, mientras el PRI en la Cámara de Diputados está coqueteando con la idea de apoyar al modelo estatista que propone el Presidente, a cambio -según López Obrador- de nada porque no hay “monedas de cambio ni acuerdos en lo oscurito”, en el Senado los priistas, salvo un par de excepciones, no tienen duda de que se debe frenar a toda costa la intención de un cambio radical en el sector eléctrico y en la minería y los hidrocarburos. La pregunta es qué tanto resistirán los senadores del PRI o para decirlo más claro: ¿cuántos expedientes e investigaciones aguantarán para mantenerse firmes contra la reforma lopezobradorista?...”Él se lo perdió”, dijo un senador morenista cuando le preguntamos por la caprichosa ausencia del presidente López Obrador el jueves en la entrega de la medalla “Belisario Domínguez”. El evento al que el mandatario dijo no asistir por que habría manifestaciones y “faltas de respeto” a su investidura, resultó de lo más tranquilo y pacífico. El nombre del ausente Presidente que desairó no sólo al Senado sino a su maestra y amiga, Ifigenia Martínez, apareció justamente en voz de la senadora galardonada que le agradeció a López Obrador sus atenciones y amistad, mientras desde la tribuna, justo cuando Ifigenia mencionaba al Presidente, la senadora Xóchitl Gálvez abrió y cerró los dedos de su mano para mostrar gráficamente, en lo que ya se conoce como la “xóchitlseñal”, que al Presidente le dio frío en salva sea la parte de enfrentar a las senadoras panistas…Los dados mandan doble escalera. Bien termina la semana.

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