La conseja popular dice que los tabasqueños hablan tanto que “por la mañana te inventan un chisme y por la tarde te lo comprueban”. Y todos los días, con sus alocuciones mañaneras, que suman hasta ahora 491 conferencias (la de hoy es la 492) López Obrador parece confirmar ese dicho tan popular en su tierra, no sólo porque su conferencia de ayer rompió récord de duración con 3 horas y 12 minutos (192 minutos), sino por la cantidad de afirmaciones y aseveraciones sin sustento ni veracidad –incluidas acusaciones y señalamientos contra personas o instituciones— que todos los días realiza el presidente con todo el poder que tiene su palabra.

Ayer, según el ejercicio de revisión que realiza todos los días SPIN , del doctor Luis Estrada, el mandatario tuvo su mañanera más larga y le dedicó más de 3 horas a comentar y discurrir, con algunos anuncios de programas de gobierno incluidos, sobre los más diversos temas de los que él expone primero como parte de su agenda y de los que le preguntan después los reporteros y agregados que acuden a ese ejercicio. Tres horas para una conferencia, en un día de trabajo de un presidente parecen muchas, aún en el caso particular de López Obrador, que comienza su jornada desde muy temprano con su reunión de seguridad a las 6 am y concluye regularmente a las 9 o 10 de la noche.

Y se puede o no estar de acuerdo con este singular ejercicio de comunicación como lo definen en el gobierno —aunque sus críticos lo ven más bien como un acto de propaganda— pero tampoco se puede dejar de advertir que en un país con tantos problemas graves y necesidades apremiantes, en medio de una pandemia que está a punto de costarnos oficialmente la vida de 100 mil mexicanos y alcanzar 1 millón de contagiados, habría cosas más importantes y provechosas en la actuación de un presidente que hablar, hablar y hablar de los temas más diversos y hasta folklóricos.

En el mismo gabinete y en el círculo cercano de Palacio Nacional, hay colaboradores que le han sugerido al presidente modificar la frecuencia o la duración de las conferencias mañaneras, aunque nadie se atreve a sugerirle que las cancele porque saben que es quizás de lo que más le gusta de ser presidente, pero sí hay voces muy cercanas y de su confianza que le han comentado la necesidad de espaciarlas o disminuir su duración y ajustar su dinámica. Alfonso Romo, por ejemplo, como encargado de la Oficina de la Presidencia y de la relación con los empresarios, les ha dicho a los hombres del dinero en reuniones en corto: “No juzguen a Andrés Manuel por lo que dice en las mañaneras, júzguenlo por sus hechos”.

Otro, como el consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, le han comentado al presidente que tiene que disminuir su ritmo y dormir más porque está poniendo en riesgo su salud y le han recomendado revisar toda su política de comunicación. Pero lo cierto es que, por más que se lo pidan, el tema de las conferencias diarias a primera hora, es algo que López Obrador tiene muy probado como un tema que le ayuda a fijar y manejar la agenda política y mediática no de ahora que es presidente, sino desde que fue Jefe de Gobierno del antiguo DF, cuando inventó el ejercicio de salir todos los días, en aquel entonces a las 6 de la mañana, “porque así fijamos la agenda”, decía a sus comunicadores de entonces.

No importa, en ese ejercicio de hablar y hablar, qué tantas mentiras o verdades se digan desde la tribuna presidencial, pues según la medición de Luis Estrada, tan solo en el primer año de gobierno, el presidente dijo desde su podium mañanero 15 mil 790 afirmaciones no verdaderas o que no se pueden comprobar en las primeras 353 conferencias que había dado hasta entonces. “En promedio —dice el doctor Estrada, de SPIN— AMLO hace 70 afirmaciones falsas por conferencia” y en su última infografía de este ejercicio al 30 de octubre pasado, señala que, de los 700 días de gobierno, ha dado 484 mañaneras con una duración promedio de 105 minutos diarios, es decir casi dos horas.

A dos integrantes de la 4T que ocupan puestos importantes y que conocen muy bien al presidente, les he escuchado dos explicaciones del por qué Andrés Manuel López Obrador disfruta tanto de hablar todos los días y en ocasiones, como ayer, hasta por 3 horas seguidas. El primero me dijo que “como los medios siempre le negaron el acceso a hablar, a decir su palabra y su discurso político, en sus años de opositor al sistema, acumuló tantas ganas y tanta necesidad de hablar que hoy se desquita todos los días en las mañanas”. Y el segundo lo explicó de la siguiente manera: “Andrés creció en un Tabasco donde todas las mañanas, desde muy temprano, había un programa con el que todos los tabasqueños despertaban y oían todos los días, para después comentar todo lo que ahí se decía. Era el Telereportaje, de Jesús Sibilla. Él lo escuchó durante años, desde niño, y aprendió esa dinámica: que lo que se dice desde muy temprano, se repite y se comenta durante todo el día”.

Sea cual fuere la explicación que se le quiera dar, está claro que el presidente sabe que tiene una herramienta muy redituable política y mediáticamente en sus conferencias mañaneras que a la mayoría de los mexicanos no les sirve de nada y en muchos casos les afecta porque son señalados, acusados, injuriados y hasta descalificados por el propio presidente que debiera cuidarlos y protegerlos; pero a él, al líder social carismático y demagógico que sigue siendo, sí le sirve y le reditúa, por más que algunos ya lo vean como un ejercicio desgastado.

No importa que, en ocasiones, como ayer que duró más de 3 horas en su larguísima e infructuoso discurso, el presidente se gane a pulso las críticas y comentarios como el que le destinó su acérrimo adversario y “villano favorito”, el expresidente Felipe Calderón en Twitter: “Más de 3 horas ¿no tiene otra cosa que hacer el presidente de México? ¿algunos cientos de miles de damnificados? ¿alguna pandemia que le ha quitado la vida a 100 mil mexicanos (probablemente 300 mil)? ¿alguna crisis económica sin precedentes?”.

NOTAS INDISCRETAS…

En Guerrero, tras el anuncio público de una alianza electoral entre el PRI y el PRD para las próximas elecciones por la gubernatura, empezaron a pasar cosas extrañas. En un diario afín al gobierno le sacaron al senador con licencia, Félix Salgado Macedonio, un expediente de “abuso sexual” que dicen, data de 2016 y en el que el legislador fue denunciado por una mujer por abusos y golpes. No sé si sea casualidad, pero sería mucha coincidencia que justo cuando se abre una puerta que podría tomar Félix si le cierran la de Morena para postular a un candidato como Pablo Amílcar Sandoval, como cuota familiar para la secretaria Irma Eréndira, empiecen a revivir “expedientes judiciales” en contra del senador y exalcalde de Acapulco que, según varias encuestas, encabeza las preferencias en el estado. Nomás es pregunta… Y hablando de alianzas, en Sonora también avanza de manera cuidadosa una gran alianza de partidos que podría postular a Ernesto Gándara Camou, quien la semana pasada presentó su renuncia al PRI. El movimiento de Gándara, un político con reconocimiento y arraigo en su tierra, parece estratégico y buscaría encabezar como “candidato ciudadano” una coalición de partidos que enfrentaran a Morena y a su delfín Alfonso Durazo, quien ya se fue del gabinete para armar su campaña. Lo dicho, entre los resultados que dejó en la seguridad federal y el gallo que le pueden poner enfrente, Sonora no será un día de campo, ni mucho menos un seguro político para Durazo ni para Morena... A propósito de Guerrero y de Félix Salgado, si Morena decide no postularlo, al senador ya le hicieron otra oferta: el PVEM y el PT le ofrecieron ser su candidato a la gubernatura en alianza. Es decir, que los verdes y los petistas estarían dispuestos a romper su alianza con Morena y con la 4T, al menos en Guerrero, para llevar como candidato a Salgado al que ven como ganador... Sobre el escandaloso pleito que se traen los conductores John Ackerman y Sabina Berman, que ya llevaron sus diferencias al programa que conducen ambos y se confrontaron incluso frente al secretario de Educación, Esteban Moctezuma, quien era su invitado, un alto ejecutivo del Canal Once nos comentó que la posición oficial ante este conflicto es la siguiente: "En el Once los comentaristas usan su libertad de expresión sin más restricciones que las que impone la ley. Las opiniones que emiten lo hacen bajo su responsabilidad. Caso de Macario Schettino, María Amparo Casar, Gibrán Ramírez, José Antonio Crespo, Lorenzo Meyer, Ezra Shabot y los propios Ackerman y Sabina". El problema es que este pleito ya genera un movimiento de apoyo de grupos feministas y mujeres periodistas en favor de Sabina y más que un tema de "libertad" al canal público se le puede convertir en un problema de género... Nos dicen desde adentro de Palacio, que un colaborador cercanísimo, de los de mayor confianza y que todos los días ve al presidente, tiene 3 días encerrado en su casa por síntomas de Covid. No se sabe si ya se hizo la prueba y si dio positivo, pero lo que es un hecho es que lleva tres días que no asiste a las reuniones del gabinete de seguridad a las que es asiduo asistente. ¿Será que lo informan pronto en Palacio o lo mantendrán en secreto? Es importante porque este colaborador estuvo reunido muy cerca del presidente... Los dados mandan Escalera. Subida.

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