Por la forma en que reaccionaron en el gobierno de López Obrador , ante el sorpresivo anuncio que sacudió a los mercados y al sistema financiero mexicano, casi podría decirse que en la 4T no les disgustó nada el anuncio de Citigroup , la semana pasada, de abandonar el mercado de la banca personal y de primer piso en México, para quedarse solo en la banca empresarial y de grandes clientes. Fue como si, en el fondo, desde este gobierno hubieran recibido con cierto agrado la noticia de que el grupo estadounidense que controla Banamex hubiera decidido vender sus activos, marca, sucursales y patrimonio a un nuevo grupo financiero.

Desde el primer comentario del secretario de Gobernación, Adán Augusto López , en la mañanera del miércoles 12 que habló del tema con un tono casi de desenfado, minimizando la importancia al anuncio de Citibanamex y diciendo que no pasaba nada, que era “completamente normal que las empresas decidan vender y el gobierno respeta esa decisión”, hasta la reacción del presidente López Obrador que un día después apareció en un video, aún contagiado de Covid, para expresar su ferviente deseo de que “Banamex se quede en manos de mexicanos y que algún grupo nacional adquiera el banco”, nunca hubo el mínimo asomo de preocupación o inquietud en el gobierno que se tomó demasiado bien un anunció que sí impactó al sistema financiero y a la imagen del país.

Luego vendrían las aparentes ocurrencias del director de la UIF, Pablo Gómez , una voz que representa a los sectores más duros y radicales de la 4T, con su propuesta de “banca mixta” con un 50% de propiedad estatal y la sorpresiva propuesta del moderado canciller Marcelo Ebrard para “expropiar” el valioso patrimonio cultural de Citibanamex. Y en medio de eso, brillando por su ausencia, apenas un escueto comunicado del ausente secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O , diciendo que habría que estar atentos al “riesgo de concentración en la venta” y la extraña aclaración de que ellos, en la SHCP sí supieron antes del anuncio de esta venta, pero no lo revelaron para “no meter ruido a los mercados”.

Pareciera que en la 4T reaccionaron casi por nota a un anuncio que, hoy se sabe que sí supieron antes por la visita que le realizó Jean Fraser , CEO de Citi, al presidente en Palacio Nacional , y ante la cual ya tenían armada una estrategia política en la que tratarían de orientar e influir en la venta del tercer banco más grande del país. Y es que no era secreto que de los bancos grandes en México a López Obrador no le gustaba particularmente Citibanamex ni sus dueños estadunidenses. Fueron al menos tres ocasiones las que, en su conferencia mañanera, el presidente dejó ver cierta animadversión hacia la filial mexicana de Citi Group: primero dijo que “la entrega de Banamex al señor Roberto Hernández (en 1991 en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari ) había sido totalmente amañada” y que al parecer iba dirigido a la futura venta de Banamex al grupo estadounidense.

Ayer mismo volvió a repetir algo que ya había afirmado en otras ocasiones en su conferencia: que la venta de Banamex a Citi en 2001 fue un procedimiento “legal, pero inmoral”, porque Roberto Hernández y sus socios evadieron el pago de 3 millones de dólares de impuestos a la Hacienda mexicana, aprovechando las disposiciones entonces vigentes en la Bolsa Mexicana de Valores. Y antes de eso también había acusado que en “los sexenios de Peña Nieto y Felipe Calderón , a Citibanamex le condonaron impuestos hasta por 15 mil millones de pesos”.

Por todo eso está claro que a López Obrador y a su gobierno no les cayó ni por sorpresa ni nada mal la salida de Citibanamex del mercado mexicano de la banca comercial; por el contrario, ya pusieron en marcha toda una operación política y financiera para tratar de orientar e influir en el proceso de venta. Por ejemplo, la supuesta ocurrencia de Pablo Gómez sobre un banco mitad propiedad estatal y mitad de un grupo de inversionistas mexicano, empieza a cobrar sentido con la propuesta de Javier Garza , empresario regiomontano al que el presidente le tiene simpatía y que creó una cosa llamada “Empresarios de la 4T”.

Al “Manitas”, como le apodan a Garza, le han dado mucho juego en este gobierno y aunque tiene recursos, dista mucho de tenerlos en la proporción que necesitaría para comprar un banco y sería muy difícil que juntara a un grupo de empresarios con esa capacidad económica.

La propuesta del presidente, en la que expresó su deseo de “mexicanizar” a Banamex, habla claramente de que, desde el gobierno, particularmente la Secretaría de Hacienda y la CNBV , se podría ir acotando el proceso regulatorio de la venta para tratar de favorecer a un empresario o un grupo financiero mexicano que se quede con Citibanamex. Y no es casualidad que el primero que haya brincado y, muy a su estilo trumpiano, hubiera hecho una oferta en redes sociales (“¿cuánto quieren por su changarro?”) haya sido precisamente Ricardo Salinas Pliego, amigo y asesor del presidente y uno de los empresarios más favorecidos (y protegidos) por su gobierno.

Salinas Pliego

ya tiene un banco y eso sin duda le facilitaría la compra de Banamex, aunque no le sería nada fácil conseguir en este momento los recursos financieros en los mercados para sufragar el costo de la operación.

El mismo presidente aventó al ruedo a Carlos Slim , quien sin duda tiene la capacidad financiera para adquirir Citibanamex, pero en su estilo personal de hacer negocios, en el que siempre compra barato y así construyó su fortuna desde los tiempos de Salinas, el ingeniero solo entraría si hay un precio bajo de por medio. Hasta ahora Slim no ha demostrado ningún interés, y a sus 80 años de edad difícilmente entraría a un negocio como la banca que nunca le interesó particularmente. Y sí tiene su banco Inbursa, pero lo creó más para atender a sus propias empresas y nunca buscó competir en la banca comercial.

Finalmente está Banorte , el otro grupo al que López Obrador apuntó en su lista de posibles compradores. Sin duda Banorte está interesado y, aunque no ha dicho nada públicamente, la familia Hank ya ordenó internamente hacer un análisis de posibles fondos de inversión con los que pudieran hacer una sociedad para hacer una propuesta de compra por Citibanamex llegado el momento. Además, Banorte tiene una larga experiencia en fusiones con otros bancos pues en 1996 se fusionó con Bancentro, en 1997 con Banpaís, para 2011 con Ixe y en 2015 con Interacciones; es decir que sabría hacer una fusión rápida y efectiva con el mercado de Banamex.

A favor de los Hank está además un análisis que circuló ayer Bank of América, en el que el banco estadounidense considera que el banco mexicano más fuerte actualmente, es la mejor opción para comprar Banamex: "Creemos que Banorte es el comprador más probable del negocio, ya que tiene una sólida posición de capital, tiene un historial exitoso de consolidación; tiene una moneda atractiva, y ha asumido un papel de liderazgo en la transformación digital en México... Por si fuera poco, es probable que cuente con el apoyo del gobierno, acelerando las aprobaciones regulatorias, ya que el gobierno de AMLO ha declarado que le gustaría ver a Banamex en propiedad mexicana nuevamente”, dijo ayer la institución financiera de Estados Unidos .

La declaración —que es al mismo tiempo deseo y casi orden— del presidente sobre que “Banamex vuelva a ser un banco mexicano”, tiene una lógica simple y apela al viejo nacionalismo, igual que en otros sectores como el energético: que un banco mexicano, propiedad de mexicanos, pueda competir y hasta desbancar a BBVA , el banco español que hoy domina el mercado bancario nacional y que no es precisamente del agrado de López Obrador y sus complejos contra lo hispano. Y sin duda, en un hipotético caso y si reciben impulso y hasta algo de ayuda de Palacio, la fusión de Banorte con Banamex rebasaría, con creces a BBVA. ¿Será por eso que la noticia de la venta de Banamex cayó tan bien en la 4T?