El 10 de diciembre pasado en Palacio Nacional, en medio de la euforia que ese día lo embargaba, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo, ante los visitantes de Washington y Canadá y frente a todos los que atestiguaban la firma del “addendum” del , que era tanta su confianza  en su negociador único, el subsecretario , que él no tuvo que leer ni revisar documentos de lo negociado en ese tratado. “Le tenemos toda la confianza a Jesús, que casi no teníamos que revisar nada, leer documentos, por la confianza que le tenemos. Sabemos que él nos representa con mucho decoro”, sostuvo muy seguro el mandatario mexicano.

Y al parecer el presidente no fue el único que no revisó ni leyó los acuerdos negociados en Washington por Jesús Seade. El mismo canciller, Marcelo Ebrard, que ese día, declaró llenó de orgullo ante su jefe: “misión cumplida” o el resto del gabinete económico que celebraba a tambor batiente sin conocer los detalles de lo que el país había aceptado por conducto de Seade en materia de imposición e intervención de Estados Unidos en materia laboral o comercial, todos festejaron, aplaudieron y después brindaron en una comida privada con el representante comercial de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, y con el yerno de Trump, Jared Kushner, sin conocer las “letras chiquitas” que incluso obligaron al Senado a aprobar por unanimidad sin explicar los alcances que tendrían las enmiendas redactadas en la capital estadunidense.

El propio Seade se dijo, primero “sorprendido” y después entró en pánico, luego de enterarse de que la redacción de lo que él aceptó y cedió ante el colmilludo Lighthizer apareció en los textos finales del “addendum” de manera muy diferente a lo que él medio explicó ese día en Palacio Nacional y después en su apurada comparecencia ante el Senado, donde el 11 de diciembre les repitió a los preocupados senadores de oposición lo mismo que un día antes le había jurado a todos los mexicanos: “No hay ningún riesgo en lo que firmamos… no hay píldoras amargas”.





Pero el fin de semana cuando se confirmó que en Washington tenían ya listo el nombramiento no sólo de uno, sino de 4 “agregados laborales” para mandar a su embajada en México para que supervisen la aplicación de la reforma laboral (algo así  como “sherifs laborales”), el chamaqueado Seade voló de emergencia a la capital estadunidense para reclamarle a Robert Lighthizer que le haya visto la cara con la redacción final de ese y otros acuerdos que nuestro negociador, y al parecer todo el gobierno mexicano, no supo cómo quedaron finalmente en los documentos finales.

Y es que la legislación que implementa el USMCA (T-MEC para nosotros), elaborada por Lighthizer y que él mismo envió a la Cámara de Representantes, contempla el nombramiento de esos 4 nombramientos de “agregados laborales” para operar en México. Paradójicamente, el representante comercial de EU al que ahora culpa Seade y va a reclamarle, es el mismo Robert al que el presidente López Obrador llenó de elogios en Palacio al mencionarlo como “un profesional en la negociación de este tipo de tratados” y dijo que era tan serio y tan bueno que “hasta los demócratas le tienen respeto”. Claro que también Lighthizer se había encargado de endulzarle el oído al presidente mexicano aquella mañana del 10 de diciembre: “Me siento honrado de estar con esta figura histórica y también el presidente de Estados Unidos. El que usted haya logrado eso es histórico, es el mejor acuerdo comercial de la historia”, le dijo el viejo lobo de mar de Washington a López Obrador.

Al final, el enojo y los apuros que pasa ahora el gobierno de México, al percatarse de lo que aceptaron y del chamaqueo de que el país fue objeto en Washington, tiene que ver con la decisión de haber mandado a un solo negociador, plenipotenciario y que negoció todo solo y sin consultar los cambios al T-MEC. La soberbia perdió a Jesús Seade, que embarcó al presidente, al gabinete económico y de paso al Senado mexicano que aprobó al vapor y sin leer siquiera las enmiendas con todo y las “letras chiquitas” en las que la administración Trump se aprovechó para verle la cara al negociador mexicano y de paso a todo el país.



Con cuánta razón y conocimiento Donald Trump tuiteó aquel martes: “El gran proyecto de ley comercial del USMCA de Estados Unidos se ve bien. Será el mejor y el más importante acuerdo comercial nunca hecho por Estados Unidos”. El presidente estadounidense sabía bien lo que contenía ese acuerdo, sobre todo en los últimos cambios que Lighthizer le sacó a México a través de Seade. Seguro Trump también confiaba mucho en su negociador pero al parecer él si leyó y revisó “los documentos” o al menos a él no lo engañaron diciéndole “misión cumplida”, que “no vendrían inspectores ni agregados laborales sino panelistas” y que tampoco había “riesgos ni píldoras venenosas”.

NOTAS INDISCRETAS

Mucho más tendrá que revisarse del proyecto de ley que el gobierno de Trump mandó al Congreso de su país para saber en qué otras cosas se “chamaquearon” al negociador mexicano, porque si él mismo se dijo sorprendido de que cosas que él nunca aceptó, como los “cuatro agregados laborales” en la Embajada estadounidense en México están incluidas en la iniciativa de ley que ratificarán, seguramente hasta finales de enero de 2020 la Cámara de Representantes y el Senado estadounidenses, ¿cuántas cosas más habrá de las que ni Seade, ni Ebrard ni por supuesto el presidente supieron? Por lo pronto, en una rápida revisión a la versión final del USMCA que redactó y mandó Robert Lighthizer al Congreso con el número H.R. 5430, que consta de 239 páginas, nos llamó la atención que en la sección 3, llamada “DEFINITIONS” y que es como el Glosario de los términos empleados en la iniciativa, se lee en el apartado 4. INTERNATIONAL TRADE COMISSION, y luego se explica (traducido) que “la Comisión Internacional de Comercio” significa la “Comisión Internacional de Comercio de los Estados Unidos”, es decir que el árbitro internacional en las disputas o denuncias por malas prácticas comerciales que surjan en el T-MEC será una comisión del gobierno estadounidense y no un órgano internacional como la OMC? De ser así sería un escándalo lo que México y su negociador aceptaron… Los dados mandan Escalera doble. La semana promete.

sgarciasoto@hotmail.com

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