En la historia del presidencialismo mexicano ha habido todo tipo de estilos y costumbres cuando se habla de la relación entre los presidentes y sus amigos y colaboradores más cercanos. Desde los presidentes que hicieron del gobierno una agencia de colocaciones para sus cuates y cuotas, hasta los que llegaban al poder ya con un grupo político al que consolidaron e impulsaron en su sexenio o los que de plano desconocían a los amigos estando en la Presidencia y hubo hasta un presidente que recurrió a empresas de head hunters para seleccionar a los miembros de su gabinete.
Cada mandatario tiene un concepto distinto de la amistad y la lealtad que le exige a sus colaboradores y cada uno establece sus propios estándares para medir el compromiso y la duración en los cargos de los integrantes de su gabinete. En el caso del presidente López Obrador, en los tres años de su gobierno, hay ya una constante que se repite: las salidas abruptas y en algunos casos sorpresivas que terminan a veces de manera estridente y terminan con funcionarios y colaboradores que a veces por renuncia, otras por despido -y las ha habido incluso por agotamiento-, terminan abandonando el gabinete en condiciones no siempre tan dignas e incluso algunos terminan siendo humillados y maltratados por el presidente que un día los contrató y lo ensalzó.
Así pueden contarse ya una larga lista de hombres y mujeres que comenzaron el sexenio siendo orgullosos e importantes integrantes de la autollamada “Cuarta transformación” y que unos meses y años después, terminaron no sólo despedidos, sino desechados y alejados del ánimo presidencial, sin ningún tipo de acceso al presidente que un día los ensalzara como “amigos, casi hermanos o excelentes y honestos colaboradores” y algunos de ellos, incluso, hasta son investigados y señalados públicamente por la Fiscalía General de la República por presuntos actos de corrupción y enriquecimiento.
En las filas del “club de la ingratitud” del que ya se habla dentro de la misma 4T, figuran personajes que estuvieron en la primera línea del equipo presidencial y algunos incluso en el círculo más íntimo y cercano de López Obrador: desde el empresario Alfonso Romo, que fue el más gris e ignorado Jefe de la Oficina presidencial, que nunca pudo consolidar una buena relación entre el presidente y los empresarios; el exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, que pasó de ser el financiero de confianza a convertirse en el crítico más feroz y despiadado contra la 4T; y de los más recientes, el otrora poderosísimo consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, que pasó de ser el “casi hermano” y operador político de todas las confianzas del presidente a ser el primer excluido del círculo íntimo del presidente, donde fue amigo cercanísimo de él, de sus hijos y de su esposa, y ahora Scherer es investigado y acosado por el fiscal Alejandro Gertz Manero, que también antes fue su amigo, por temas de corrupción y negocios al amparo de su cargo.
La lista la completan Ricardo Monreal Ávila, el líder de Morena en el Senado, quien después de haber sido reconocido como el eficiente operador de las iniciativas y reformas de la 4T en el Congreso y de haber caminado 25 años al lado de López Obrador, hoy recibe del presidente no sólo el rechazo y la distancia por haber expresado sus aspiraciones presidenciales, sino que además le endilga adjetivos y descalificaciones públicas como “el gran maestro de la simulación política”. Germán Martínez Cázares, quien después de renunciar al IMSS con una carta estridente y crítica hacia el gobierno, terminó por abandonar su aventura morenista como senador para declararse independiente.
También hay mujeres en el citado club de los que recibieron como pago a sus servicios la ingratitud: Irma Eréndira Sandoval dejó el gabinete tras acusaciones de traición y ataques a Félix Salgado, y cuando apareció en aquel video con el presidente en su oficina de Palacio Nacional, el tono de reproche y molestia de la exsecretaria anticorrupción no pudo ser más evidente; el otro caso de una mujer que llegó al gobierno de López Obrador para sumar su experiencia, imagen y trayectoria, y terminó siendo desechada y se enteró de su sustitución cuando estaba en un acto público en Los Pinos, fue el de Olga Sánchez Cordero. La exsecretaria de Gobernación recibió del presidente una salida decorosa en la Presidencia del Senado, pero en su círculo cercano permanece la idea de que a la exministra “la utilizó el presidente y cuando ya no le sirvió la desechó sin miramientos”.
El de más reciente incorporación a ese club es Santiago Nieto, el extitular de la UIF. Por intrigas y chismes que le llevaron al presidente sus colaboradores más radicales en torno a su boda con la consejera electoral Carla Humphrey, el abogado que fuera el “brazo ejecutor” de la política anticorrupción y que se autodeclarara un “apóstol de la 4T”, terminó siendo separado del cargo por una renuncia que tuvo visos de cese ordenado desde Palacio. Y mientras su lugar lo ocupaba uno de los políticos más duros de la izquierda morenista, a Santiago solo le ofrecieron ser abogado del IMSS, algo que declinó y ha tenido elogios y reconocimientos públicos del presidente al que nunca pudo volver a ver personalmente.

HERRERA, EL ÚLTIMO ESLABÓN CON GUSTAVO PONCE Y LOS VIDEOESCÁNDALOS
Otro caso emblemático de cómo López Obrador ha demostrado ser un presidente con un concepto “utilitario y pragmático” de la amistad y la lealtad de sus colaboradores, es el del exsecretario de Hacienda Arturo Herrera. El técnico tranquilo y disciplinado que entró al quite cuando su exjefe Carlos Urzúa estalló en cólera y rompió públicamente con el presidente y su proyecto, fue un secretario de Hacienda que, mientras daba confianza y tranquilidad a los mercados, también le permitía a su jefe el presidente hacer y deshacer en el manejo del Presupuesto, secar y extinguir fideicomisos y fondos a diestra y siniestra para alimentar sus programas sociales, su infructuosa inyección de recursos públicos a Pemex y el financiamiento sin límites a sus obras y proyectos prioritarios.
A Herrera no sólo lo utilizó y manipuló el presidente para cumplir sus caprichos presupuestales, sino que además, cuando se quiso deshacer de él, lo engañó con la idea de que lo propondría para ser el nuevo gobernador del Banco de México algo que al parecer nunca fue una intención real porque desde julio pasado la Presidencia no ratificó la propuesta de Herrrera ante el Senado, lo cual nunca le avisaron al exsecretario que sin esperarlo, terminó siendo abandonado a su suerte y casi humillado al notificarle hasta el mes de noviembre, cuando el presidente mandó el nombre de la actual gobernadora Victoria Ceja Rodríguez, quien fuera subalterna del propio Herrera.
De las causas de ese maltrato y desprecio presidencial hay muchas versiones, la más cercana es que al presidente lo convencieron de que Herrera no sería totalmente leal a él en el Banxico y lo acusaron de haber aprovechado su cargo para otorgar “adelantos de participaciones federales” a algunos gobiernos estatales, entre los que se encontraba su estado natal, Hidalgo, para el cual se decía que tenía aspiraciones políticas. Esas transferencias anticipadas de recursos a varios gobernadores de la oposición, incluido Omar Fayad, se hicieron en pleno año electoral del 2021, algo que fue visto como un acto de “deslealtad” por parte del exsecretario.
Pero más allá de las causas, pocos recuerdan que Arturo Herrera, hoy en el limbo político y financiero, fue también parte del equipo de Gustavo Ponce, el exsecretario de Finanzas del gobierno capitalino con López Obrador, que en 2004 fuera exhibido jugando en el casino del Hotel Belaggio de Las Vegas, a donde acudía frecuentemente a apostar sumas millonarias con el financiamiento del empresario argentino Carlos Ahumada. Herrera era entonces el subsecretario de más confianza de Ponce al que llegó a acompañar en sus viajes a Las Vegas, era tan cercano que fue él quien lo sustituyó tras su caída detonada por los videoescándalos.
Hoy Arturo Herrera no sólo está decepcionado y dolido con la actitud del presidente hacia él, sino que además se quedó sin trabajo. Ante el impedimento legal de contratarse en México en el sector privado, el exsecretario de Hacienda está buscando un empleo en el extranjero, aprovechando su experiencia y trayectoria en el Banco Mundial.
Así la membresía del “Club de la Ingratitud” va creciendo y, aunque hay de todo y en distintos grados, entre sus integrantes hay al menos dos sensaciones comunes: la primera que sirvieron lealmente al proyecto político de la 4T, pero eso no les valió de mucho a la hora de ser despedidos, renunciados o desechados; y la segunda que no merecían el trato que les dio el presidente. Al final, en tanto se van sumando nuevos integrantes a ese club, el gabinete y el equipo del presidente, se van llenando cada vez de políticos y personajes del ala dura y radical de Morena que ocupan los espacios que fueron dejando los técnicos y moderados del mencionado club.


NOTAS INDISCRETAS…
 A propósito de la reaparición de Carlos Ahumada, en el contexto de su poco probable extradición a México, entre los mensajes que estuvo mandando el empresario argentino desde Buenos Aires, en entrevistas que dio en diciembre a medios mexicanos, destacó su comentario que sonó a advertencia: “No quiero dar a conocer más videos y toda la información que tengo sobre muchos funcionarios actuales del Gobierno de México”. Ahumada no dio nombres, pero se refiere a varios personajes que hoy están en el primer nivel de la política nacional y que entonces, en los dosmiles, apenas despuntaban en la política capitalina durante la administración de López Obrador. Uno de esos nombres que no menciona es Carlos Imaz, de quien el argentino tiene un video donde le entrega dinero en efectivo. La mayor parte de ese video ya es conocido y cuando se difundió, el 8 de marzo de 2004, causó la renuncia de Imaz al cargo de la delegación de Tlalpan y un proceso penal por uso de recursos de procedencia ilícita por el que el perredista nunca piso la cárcel. Pero hay una parte, dicen en Buenos Aires, de los videos de Imaz con Ahumada que nunca se difundió y que está en poder del empresario, y es uno donde se ve y escucha a Carlos Imaz pedirle dinero a su tocayo argentino “para un viaje que queremos hacer mi esposa y yo a Europa”. Según dicen los que lo han visto el dinero se entregó y el viaje se realizó. Cosa de recordar quién era entonces la esposa de Imaz que viajó a Europa financiada por los recursos de Carlos Ahumada para entender a quienes va dirigido el mensaje del argentino… Desde Tamaulipas nos aseguran que el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca hizo lo que se conoce como una “apuesta doble” con la que busca garantizar su impunidad en el estado después de las elecciones locales de este 2022. Por un lado, el mandatario panista operó la sucesión en el PAN y presionó al acalde de Tampico, Jesús Nader, para que se hiciera a un lado y no buscara la candidatura a la que él decidió mandar a su polémico secretario de Gobierno, César Verástegui, “El Truco” quien ya pidió licencia al cargo. Cabeza sabe que su compadre Nader era mucho más competitivo para ganar la elección y precisamente por eso lo obligó a bajarse, porque quiere garantizar que gane su segunda apuesta que es por el candidato morenista, el senador Américo Villarreal, con quien tiene una antigua relación política. Es decir que el mandatario tamaulipeco, que tras terminar su mandato tendrá que enfrentar el proceso federal por el que lo acusa la FGR, está jugando ajedrez político de alto nivel en su propia sucesión en la que, aun perdiendo, apuesta a ganar con Américo Villarreal. ¿Así o más maquiavélico don Cabeza?... Los dados giran de nuevo y abren este 2022, tan aciago, con una Escalera doble. Que la salud y el trabajo nos acompañen y que las lecciones del pasado reciente nos ayuden a seguir enfrentando estos tiempos difíciles y turbulentos. Es el deseo de los dados para todos los amables lectores en este año que comienza. A darle con todo al 2022 y a los que detentan y abusan del poder.

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