Entre 1974 y 2024, las vacunas evitaron 154 millones de muertes en el mundo, de las cuales 146 millones fueron de niños menores de cinco años: el dato irrefutable proviene de un estudio reciente publicado en The Lancet: Gracias a la vacunación, el mundo ganó 10.2 mil millones de años de vida saludable.
La Organización Mundial de la Salud calcula que, por cada peso invertido en vacunas, se ahorran 16 en gastos médicos y pérdidas de productividad; si se consideran beneficios sociales más amplios, el retorno sube a 44. No existe tecnología, política o inversión que signifique un impacto comparable: ninguna otra medida sanitaria preventiva ofrece semejante costo-efectividad.
La historia de la vacunación es quizá la mayor epopeya de la salud pública: una que va de la variolización en la China del siglo X –rudimentaria y peligrosa– hasta el descubrimiento de Edward Jenner en 1796, cuando una simple observación de las ordeñadoras y la viruela bovina abrió la puerta a un método seguro y replicable. El siglo XIX añadió la revolución pasteuriana: la teoría microbiana probó que los gérmenes causan enfermedades y que, atenuados en laboratorio, pueden inmunizar sin matar. Pasteur inauguró la era moderna con la vacuna contra la rabia. Desde entonces, 13 vacunas han transformado nuestra humanidad.

En México la vacunación ha tenido también una historia digna de recuento. En 1804, Francisco Javier de Balmis trajo al Virreinato de la Nueva España la protección contra la viruela, operación logística sin precedente: 22 niños huérfanos transportaron en sus brazos la vacuna desde España hasta Veracruz, para luego distribuirla por todo el territorio. Más de un siglo después, en 1973, el Programa Nacional de Inmunizaciones estableció el primer esquema básico con seis biológicos. En 1979 llegó la Cartilla Nacional de Vacunación. En las décadas siguientes, el esquema se expandió hasta incluir 14 vacunas que protegen contra más de 20 enfermedades. Por mucho tiempo, México fue ejemplo regional de campañas masivas y coberturas altas.
Ese prestigio se ha visto erosionado. Entre 2018 y 2024 la cobertura vacunal cayó a niveles no vistos en generaciones. Tan sólo en 2024, 341 mil niños en México no recibieron ninguna vacuna. Nuestro país concentró una cuarta parte de los “niños cero dosis” de América Latina y el Caribe. Ninguna de las 14 vacunas del esquema alcanzó la meta del 90 por ciento de cobertura. Las consecuencias son ya evidentes con el sarampión: tres décadas fuimos reconocidos país libre de transmisión endémica: el último caso autóctono había sido registrado en 1995; hoy esa conquista se desmorona: hasta el 12 de septiembre de este año, acumulamos 4 mil 553 casos y 19 muertes, 18 de ellas en Chihuahua. Es la mayor epidemia evitable en treinta años.
No se trata sólo de números: cada porcentaje que cae en la cobertura abre un resquicio para que regresen enfermedades que creíamos desterradas. México no puede aceptar como normal que cientos de miles de niños crezcan sin inmunización básica. Esto, aunado a lo que sucede hoy en los Estados Unidos –en concreto en Florida–, debe llamarnos a una discusión bilateral y mundial. Como nos recuerdan las dos pandemias de este siglo, los virus no respetan fronteras.
Frente al rebrote del sarampión, México tiene una oportunidad para rectificar. Urge recuperar la cobertura universal, reinstalar la confianza en la cartilla nacional y garantizar los insumos. La vacunación es un derecho de las niñas y niños y una obligación de Estado. Es la demostración más palpable de éxito civilizatorio.
Economista. @Chertorivski