Hace dos días escribió Lorenzo Córdova acá en EL UNIVERSAL contra la neo-lengua de López Obrador y declaró que él se niega y se negará a usarla.

Eso es bueno. ¿Por qué?

Porque él representa a otro proyecto de país. No es seguro a cuál, porque no lo ha declarado con todas sus letras. ¿El neoliberalismo de los anteriores gobiernos? ¿O un neoliberalismo corregido? ¿O algo distinto?

Lo que sí sabemos por sus dichos, es que rechaza el proyecto de Izquierda de la 4T. Y lo dicho, está bien.

Vivimos en una Democracia y por definición en ella compiten distintos proyectos. Es decir: distintos relatos de lo que es México y lo que podría ser.

Lo que hizo López Obrador fue relatar en voz alta al México que veía —y que veían millones de mexicanos: un México dividido por el abismo de la desigualdad— y el México posible que preveía —un México menos desigual—. E introdujo vía el gobierno las medidas para desbaratar al México anterior y construir al venidero.

Y al hacerlo, fue explicándolo a la población en su conferencia matutina, la Mañanera.

Se saltó así a los medios de comunicación convencional: explicó lo que hacía de forma directa a la gente.

Y así se salvó de los interpretadores y los distorsionadores.

Claro que faltaban palabras en el lenguaje corriente de nuestra política para hablar de un proyecto de Izquierda. Veníamos de 7 sexenios neoliberales. ¡42 años! Así que Obrador introdujo sustantivos e ideas que sonaron novedosos.

Tiene el Presidente un vocabulario venido de dos fuentes. La historia de nuestra política y la historia de la Izquierda internacional. Y sabe que cuando se usa una palabra que suena especialmente nueva, esa palabra se distingue entre la marea de las palabras consabidas.

De ahí que haya tomado de sus fuentes palabras e ideas tan viejas que parecen nuevas y haya acuñado unas pocas otras.

Otra vez. López Obrador describió un mapa del país no usado por la clase gobernante las últimas décadas —el de las clases sociales— y construyó sobre ese mapa correcciones de Izquierda para favorecer a los más pobres y para engrosar al Estado.

¿De qué se enoja, don Lorenzo? ¿De que fue un presidente que se tomó en serio gobernar?

¿De que a diario explicó lo que hacía y para qué lo hacía?

¿Que se enfrentó desde el Poder Ejecutivo a los otros poderes del país que querían obstruirlo?

¿O lo enoja que lo que realizó le gusta a una buena parte de la población?

Sí, a algunos les gusta en bloque. Todo lo que hizo Obrador les es sagrado. Pero a la mayoría les gusta en general, cada cual señala lo que considera sus fallas y lo hace en privado o de forma pública, sin problema.

Tengo mi hipótesis de lo que enoja tanto a Lorenzo. Lo enoja que durante este sexenio la Derecha falló de forma miserable.

No supo hacer otra cosa que ponerle un apodo a cada acto de la Izquierda. No un sustantivo descriptivo. No una crítica. No una alternativa. Un apodo.

Desde el día uno de su presidencia llamó al presidente “demente”, “loco”, “esquizofrénico”. Estoy citando no a borrachos en una esquina de la noche. Estoy citando a opinadores de prestigio.

Luego compró los últimos libros gringos escritos contra Trump y se apropió de otras palabras. Lo llamó “dictador” y “tirano”. Llamó a los comentaristas que simpatizan con un proyecto de Izquierda, “facilitadores”, “propagandistas”, “vendidos”, “oficialistas”. Dijo que la 4T era “la anarquía”, “el desastre”, “anti-instituciones”.

Todas palabras robadas al anti-trumpismo y mal aplicadas.

Luego, a medio sexenio, la Derecha se pertrechó en el INE y el Poder Judicial y en los medios de comunicación comerciales, los cerró con doble llave, no dejó entrar adentro a ninguna voz disidente, y ya aislada se convenció de peores desastres.

Vivimos “militarizados”. “Nada que construye la 4T sirve”. “El super peso es pésimo”. “El Narco gobierna.” “¡El presidente es un narco!”

Y de pronto, la joya de la negación: “todas las encuestas están compradas”.

Y digo que está bien, que esto, la lucha de relatos, ES la Democracia.

Solo reitero que es lamentable que la Derecha se haya desgastado 6 años sin mirar al país y su gente y sin hilar un proyecto propio y para ellos, ocupada como ha estado en hilar apodos.

Sería sano asomarse fuera de las citadelas de la vieja Derecha, don Lorenzo. Hay muchas novedades.

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