Las religiones teístas, con un Dios como autoridad suprema , dieron paso al Humanismo, con el ser humano como autoridad suprema, que ha dado paso a la religión del dinero.

Religión entendida como un sistema de creencias que pretende explicar el total de la realidad.

A veces se nos dificulta a los habitantes del siglo 21 observar a la religión del dinero, porque está por doquier: vivimos inmersos en ella. Igual a los peces se les debe dificultar ver el agua, porque viven en ella.

La religión del dinero mide cuanto existe en dinero. Y su moral es simple, de ahí su atractivo. Lo Bueno es lo que produce dinero; lo Malo, lo que hace perder dinero.

De cierto, en nuestro tiempo, el dinero es el único valor en que coincidimos todos. Podemos diferir en cuanto a gustos culinarios, a preferencia sexual o a utopías. Pero en cuanto a dinero, no: tenerlo es bueno, carecer de él es malo. Y lo que distingue en política a la Derecha de la Izquierda no es su valoración del dinero, sino qué hace con él.

En ese marco de convicción leí el libro del presidente López Obrador , A la mitad del camino, su recuento de lo que ha logrado en 3 años de mandato. Y no es que yo haya impuesto ese marco al libro: es que en su recuento el Presidente coincide con los neoliberales en cifrar sus logros en números de dinero y esos números reflejan bien cómo ha desmantelado el plan de los dineros de los neoliberales.

El Presidente presume como sus logros principales:

a. La reestructuración del presupuesto del país, para que de múltiples áreas se hayan retirado flujos de dinero, que se redirigieron hacia los pobres, a través de programas que les han hecho llegar a las manos dinero contante y sonante –en específico a los jóvenes pobres y a los adultos mayores. Según el Presidente, hoy al 50% de los hogares del país llegan esos billetes y monedas.

b. La interrupción del proceso privatizador neoliberal, en que áreas del Bien Común fueron vendidas por dinero a los ricos.

c. La recaptura del Estado de la Industria Energética –en particular de la producción de electricidad y petróleo.

d. La elevación a rango de delito grave del método neoliberal de tratar con los políticos: pagarles dinero para comprar contratos, privilegios y condonaciones de impuestos.

e. El pago por parte de los ricos de enormes sumas de impuestos que debían al fisco.

f. Y por fin, el Presidente presume la salud de los dineros públicos. Todo lo anterior se ha logrado sin devaluar la moneda nacional y sin endeudarse.

Aún para demostrar la culpabilidad moral de sus adversarios mayores, que el Presidente considera que son Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín , los intelectuales de mayor prestigio de los tiempos neoliberales, el Presidente recurre a los números: hace un recuento minucioso de los dineros que ambos escritores y empresarios culturales recibieron de los gobiernos neoliberales en pago a diversos servicios.

De pronto, A la mitad del camino parece un cuaderno de contabilidad, de esos cuadernos de tapas duras donde se lleva en números el registro de un negocio. Tantos y tantos son los números, las sumas y las restas, que aparecen en sus páginas.

En el siglo 19, Carlos Marx inventó una forma de desglosar los procesos del industrialismo. El lenguaje que inventó para ello fue asumido igual por la Izquierda que por la Derecha: un lenguaje de números que cifran las ganancias y las pérdidas, y su distribución entre los dueños de los procesos productivos y los trabajadores.

Reiterando lo escrito párrafos arriba: lo que distingue, desde Marx, a la Derecha y a la Izquierda, no es el lenguaje —ambas usan ese lenguaje economicista de números—: son las ideas de qué hacer con esos números.

Por eso no sorprenden las omisiones del presidente López Obrador en su relato de dónde se encuentra el país a la mitad de su sexenio. No hay una sola línea para el feminismo; ni una línea para los derechos humanos; ni una línea para la cultura , a excepción de la mención de media página de los 2 millones de libros editados por el Fondo de Cultura Económica para venderse cada uno a 21 pesos —y su lamento de que los 10 mejores escritores de México ya hayan muerto, es decir: que hoy los que escribimos sumemos cero.