Don X. los recibió durante la pandemia y se sentaron a la gran mesa ovalada de su comedor. Los líderes del PRI, el PAN, el PRD, el PVM, el MC y México Libre.

Mientras el mesero de guantes blancos les servía las tazas de café, con un ánimo triunfador acordaron unirse en una Alianza para derrotar a la Izquierda.

–Ellos le hablan muy bonito al pueblo, pero nosotros sabemos aritmética –dijo don X.

La siguiente cita fue para afianzar la Alianza en vista de la inminencia de las elecciones que se aproximaban, pero don X. le ordenó a Serafín, el mesero, achicar la mesa a la mitad.

Serafín le quitó el tablón central y la mesa se convirtió en un óvalo más discreto.

Y es que habían sucedido algunas deserciones de la Alianza. México Libre no alcanzó su registro como partido. El PVM se había ido con la Izquierda. Y el MC se había decantado por ir solo a las elecciones.

Igual se sentaron los líderes del PRI, el PAN y el PRD con don X. para sumar sus votos, mientras el mesero recambiaba las tazas vacías por otras llenas de café.

–Tú tienes el 33%, tú el 22%, tú el 3%. Suma: 58%: ganamos por 8%. Los números no mienten.

Para la siguiente cita, don X. no le pidió a Serafín que achicara la mesa, asistieron los mismos tres presidentes de los tres partidos, pero le pidió que en lugar de café sirviera vasos de wisky con hielo.

Y es que la Alianza había perdido 12 estados de la República. Más de la mitad del territorio que antes gobernaba.

–¿Qué hacemos? –preguntó desolado el PRD.

–No traicionamos nuestra estrategia –: don X. –Sumamos nuestros votos para la elección que sigue, en el EdoMex. Ahí tenemos el 53%. Not a lot, but enough to win.

Para la siguiente cita, al día siguiente de las elecciones en el EdoMex, Serafín quitó otro tablón a la mesa ovalada.

Quedó una mesa de superficie circular, del tamaño de una mesa de póquer: una mesa elegante con el único defecto de que parecía diminuta para el amplio comedor.

Resulta que la Alianza había perdido las elecciones del EdoMex y en el trance el PRD perdió su registro en esa entidad y era ahora un partido pigmeo, así que ya no lo invitaron.

No importa: don X. y los presidentes del PRI y el PAN se sentaron a la mesa de póquer y cada uno de tomó de golpe un vasito de mezcal, antes de empezar a desglosar la derrota.

–Creo que el problema son los pinches números que no sirven –dijo el presidente del PRI. –En cuanto los sumamos acá, en la realidad se nos encogen.

–No son los pinches números –dijo el presidente del PAN. –Son los electores. Los pinches electores del PAN no quieren votar por tu pinche partido, el PRI.

Fue un momento de enorme tensión, que don X. aflojó con una promesa:

–Hablé ayer con un estadista y me aseguró que a veces los números se encogen para tomar impulso y luego saltar muy alto.

–¿Qué estadista? –: el PAN. – ¿Macron?

–No. Un genio de la estadística, el creador del Teorema de la Vida Autónoma de los Números.

Se aproximaba la madre de todas las elecciones del año 2024 –elecciones en 9 estados, el Congreso y por la presidencia del país–, así que se pusieron a sumar otra vez números a la mesa de póquer.

A la mañana siguiente de la madre de todas las elecciones, don X. le ordenó a Serafín achicar todavía la mesa, dado que la Alianza había perdido todos los estados en juego, amén de la presidencia del país, la mayoría del Congreso y el registro del PRI.

El mesero le quitó el último tablón intermedio y lo que quedó fue una mesita con forma de ojal.

Guardaron silencio, Don X. ante su único invitado, el presidente del PAN. Ya no había números que sumar. Serafín colocó ante uno y otro una taza de porcelana con café humeante, pero sin platito, porque los platitos no cabían en el angosto ojal.

–Es que los votos no eran nuestros –dijo por fin el presidente del PAN–, eran de los electores.

–Pequeño error –admitió don X.

–Slurp –sorbió de su taza el triste presidente del PAN.

–Serafín –llamó don X. al mesero una hora más tarde.

–¿Señor? –preguntó Serafín en el umbral del comedor a su jefe, sentado a solas ante una mesa estrecha con forma de ojal.

–Mañana pones acá la mesa de billar –dijo don X. –Voy a jugar a otra cosa.