Claudio X. tenía un pequeño problema. ¿Cómo ofrecerle el regreso de un gobierno neoliberal a una población que sabe que ese sistema ha creado la mayor desigualdad de la Historia moderna?

No es cosa a disputa. La gente lo tiene entendido en su cartera. En México los salarios se congelaron durante los 30 años de Neoliberalismo mientras la riqueza se concentró en 3 hombres, que poseen más riqueza que la mitad de la población.

La disyuntiva para el 2024
La disyuntiva para el 2024

La respuesta de don Claudio: esconder al Neoliberalismo bajo otra opción.

Dictadura o Democracia.

Es una solución genial, aunque prestada. La han usado ya los neoliberales que han enfrentado el mismo problema en otros países. España, Chile, Colombia, para empezar a nombrarlos.

La falta de originalidad se compensa con una ganancia: don Claudio ha podido importar de esos países también los logos, las tácticas, la narrativa –y los estrategas.

Por ejemplo, los que saben que no basta el spin de ocultar al feo Neoliberalismo bajo las faldas de la hermosa y noble Democracia. También ha sido necesario convencer al consumidor –perdón: al elector— de que vive bajo la opresión de un Dictador. O de un presidente con ansias de ser un Dictador.

La construcción de ese villano ha sido el trabajo de los politólogos neoliberales de la Prensa Comercial. Catalogar cada acción del presidente actual como un golpe autoritario.

El peor enemigo del intento ha sido hasta ahora la realidad.

Al presidente Obrador el Poder Judicial le ha tumbado todas las iniciativas donde ha tenido injerencia. El Poder Legislativo le ha rechazado 3 de las 4 reformas que les ha enviado. Un sector del Poder Económico fondea a la Oposición. Y el Poder Mediático Comercial está contra él de forma unánime, al grado de que sus mesas de análisis a menudo se transforman en cuartos de guerra de la Oposición.

Ah, qué Dictador tan desobedecido. Uno asediado desde diez flancos por diez otros Poderes.

Hay que decirlo directo. Lo que hoy vivimos en México es algo distinto. Se trata de un presidente que nos ofreció a los mexicanos, cuando candidato, cambiar el modelo de gobierno. Pasar del Neoliberalismo a un gobierno de Izquierda democrática.

Una mayoría votamos por su oferta –y lo que hemos visto día a día es cómo el presidente trata de desmantelar al Neoliberalismo, mientras el resto de los Poderes del país, insertados aún en el modelo neoliberal, tratan de impedírselo.

Obrador ha detenido las subastas de los Bienes Comunes. Ha tratado de regresar algunos de los bienes antes subastados al Estado. Ha intentado adelgazar a las burocracias aristocráticas con que el Neoliberalismo colonizó al Estado –entre ellas las del INE y la de la Suprema Corte de Justicia. Le quitó a la presidencia el yugo con que la Prensa Comercial la extorsionaba. Y ha subsidiado a los más pobres.

El forcejeo que vemos a diario en México es ese: un presidente tratando de desmantelar el modelo neoliberal –y los contraataques de los Poderes adversos al cambio.

Claro, el presidente ha tenido desvíos de la misión. No abrazar en su proyecto también a las mujeres y a la Clase Media, el mayor, el más injusto y el que más le costará a la Izquierda en las urnas, si su candidat@ no promete enmendar la exclusión. Dejar libre curso a la corrupción, ese sistema oculto de gobierno que tuerce al visible, ha sido otro error costoso. No enfrentar a la oligarquía elevándole los impuestos, es una postergación decepcionante. Según mi opinión, en qué cajón del catálogo va cada una de sus medidas, lo he publicado en esta columna. Pero regreso a la disyuntiva de la elección que viene.

La verdadera disyuntiva que se le presentará a cada elector, es simple.

Votar por un nuevo presidente que siga desmantelando al Neoliberalismo o votar para que don Claudio y sus amigos lo reinstalen. En breve:

Izquierda o Neoliberalismo.

Lo demás son trucos publicitarios.

Y las mejores figuras de la Oposición también lo saben.

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