Amlo

sí o Amlo no. Acá quisieron paralizar el lenguaje las dos facciones en pugna en estas elecciones .

Hablo de las elecciones a nivel federal , no local, donde los candidatos emplean a los partidos como vehículos y sí tienen una narrativa.

Ese acortamiento del idioma, convino sobre todo a los neoliberales . Si su relato para el país fue rechazado por la mitad de los votantes en las elecciones del año 2018, y eso no en base a sesudos debates, sino a los resultados objetivos de 30 años en que ese relato dirigió los destinos de México, ¿cómo entonces podrían ellos volverlo a ofertar ahora?

Había cómo, por supuesto. Desde la derrota, los intelectuales y los políticos neoliberales tuvieron tres largos años para repensar en qué había fallado su propuesta de país. ¿En el modelo o en su aplicación? ¿Necesitaba el modelo correcciones o la forma de aplicarlo debía ser enmendada? ¿Y qué tanto fue la corrupción la que rebasó a sus buenas intenciones?

Imagínelos aceptando una u otra cosa y proponiendo a la gente una nueva oportunidad para un capitalismo liberal corregido.

No sucedió. Los políticos y los intelectuales del bando neoliberal fueron vencidos por la pereza intelectual y optaron por coincidir en una sola palabra: NO.

Y de ese rechazo indiscriminado a cuanto hiciera el gobierno en turno, y para llenar el vacío, surgió la histeria. Acusar al Presidente de peores cosas que las reales, diagnosticarlo como un peligro, como la destrucción encarnada y como un loco.

No era sin embargo suficiente para llenar dos meses de campaña electoral , así que la histeria giró tres rayas más. Amlo es Xi Jinping. Es Hitler. Es Stalin. Y estas son las últimas elecciones de nuestra historia, es decir: si no ganan ellos, los salvadores.

¿Ha oído usted a un solo intelectual o político del Centro o la Derecha hablar últimamente del pueblo? O pongámoslo en palabras más neoliberales: del público, de la ciudadanía, de la gente, del electorado.

Sí que los hay, pero se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos. La gran mayoría no tiene para qué mentarnos porque para nosotros —para usted y yo, estimado lector, estimada lectora— carecen de oferta. Su meta no somos nosotros, son los puestos en lo alto de la pirámide del poder, y el método para llegar a ellos es que sus adversarios NO lleguen.

Por parte de la Izquierda, la razón del pasmo deriva del presidente López Obrador . Al parecer, el Presidente ya llegó a creer que de tanto repetirlo, su proyecto de país nos es conocido (desmantelar el régimen neoliberal), pero la verdad es que a los electores nos es conocido solo a grandes trazos.

De las acciones concretas que eso implica, nada hemos sabido, y al verlas ejecutarse, a menudo nos hemos sorprendido. A veces para bien, a veces para mal.

La gran interrogante que López Obrador representa es con qué se suplirán las piezas desmontadas al viejo sistema. ¿Caminamos hacia una social democracia, al estatismo o al pleno comunismo ? Una interrogante que en estos meses de lucha electoral, el Presidente no ha tenido la paciencia de disipar –o no ha querido disipar por no asustar a nadie —o lo dicho: ha creído que tal interrogante no existe.

El mutismo de los candidatos de la coalición de Izquierda desciende de la estrategia de su líder. Si el líder intelectual nada narra del plan para el futuro, sino la generalidad ya archi-conocida, ¿cómo podrían ellos narrar lo que su facción planea apoyar en el Congreso? No lo dicen porque no lo saben.

Y es en ese hueco de relato de la Izquierda en el que ha podido sonar tan alto la histeria de la Oposición.

Ojalá en esta última semana de contienda el Presidente hablara de su proyecto para los próximos años. De sus límites y sus alcances. Ayudaría a que la histeria se perfilara como la histeria que es, ayudaría a poder votar desde razones más largas que las que encierra la pobre opción. Amlo sí o NO.

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