La propuesta inicial del Doctor López Gatell fue que aisláramos las cadenas del contagio del virus guardándonos, cada cual y su familia, en su casa. Era lo que hacían nueve de cada diez países en el planeta.

Nos fuimos dando cuenta sin embargo que era difícil lograrlo sin otras medidas aparte de la orden del doctor López-Gatell. Una parte de los empresarios del país simplemente se negaron a pagar los salarios de quiénes no iban a trabajar. Otros, como Salinas Pliego, que destaca por el tamaño de su consorcio (150 mil trabajadores) y su campaña televisiva destinada a que otros empresarios siguieran su ejemplo, forzaron a sus trabajadores a seguir yendo a los centros de trabajo, verdaderos focos de infección. Además, otros millones de trabajadores, los que se ganan el sustento diario en la calle, tampoco pudieron encerrarse sin algún tipo de auxilio.

¿Qué hicimos entonces como sociedad?

Hablamos de otra cosa.

Según recuerdo —fue hace tantos muertos—, hablamos de la convocatoria de los intelectuales liberales para formar una Oposición cohesiva, en vistas de las elecciones en el año 2021.

No habíamos pues aislado al virus ni estábamos en vías de hacerlo y la mortandad era una pesadilla. Entonces el Doctor López-Gatell cambió la estrategia, sin decirlo con todas sus palabras. Ahora solo las clases altas y medias estarían confinadas y el virus se iría esparciendo y contagiando a la parte más pobre de la población, hasta conseguir la inmunidad del rebaño. Nuestra meta única era que hubieran más camas en los hospitales que gente necesitándolas.

¿No estaba ya Suecia siguiendo con éxito la misma estrategia?

Sí, excepto varias salvedades. Nosotros tenemos 12 veces más pobladores que Suecia. En Suecia el cálculo de posibles muertos era de 30 mil personas, en cambio en México nuestros técnicos de salud callaron que esa cifra debía multiplicarse por 12. Además, era falso que toda la población estuviera contagiándose: la mitad estaba más o menos a salvo del contagio, confinada. Y además, punto insoslayable, los suecos protegieron, poniéndolos aparte, a los más vulnerables al virus. A los ancianos y aquellos con enfermedades crónicas, como la hipertensión y la diabetes. Nosotros no. El doctor López-Gatell nada más nos anunció que esos más vulnerables eran víctimas del virus por culpa de la Coca-Cola y de los Gansitos Marinela. ¿Y qué hicimos cuando la mortandad escalaba ya a mil muertos diarios?

De nuevo, hablamos de otra cosa.

Ahí sí recuerdo el tema: Lozoya el ladrón aterrizaba en el país para destapar la cloaca de la corrupción de los últimos 30 años.

Estábamos pues invictos ante el virus. Del latín: in (sin) victus (victoria). Sin victoria. Todo lo que se había planeado se abandonó en el camino y seguíamos una estrategia siguiéndola a la mitad.

Condición que aprovechamos para ir reabriendo ya la economía, con la siguiente y famosa estrategia de dos alternativas: Que Dios Nos Agarre en Nuestras Muertes Confesados o bien Que la Vacuna Nos Salve en Noviembre, lo primero que suceda. Es decir, sin estrategia.

Para ahora 12 millones de mexicanos han perdido su trabajo y no calculamos todavía la cantidad de quiebras entre las medianas y pequeñas empresas, las que le dan trabajo al 80% de la población. ¿Y qué hacemos para planear la forma de salvar a esas empresas o qué hacemos para prever que esa enormidad de personas sin ingresos coman y tengan un techo seguro para dormir en los días y semanas y meses que vienen?

Adivínelo el lector, la lectora.

¡Hablamos de otra cosa!

“Cuando cada cual busca el Poder, la discordia reina, y como nadie se ocupa del Bien Común, éste se esfuma”. Aristóteles dixit.

Tal vez, es solo una sugerencia en medio del estruendoso bla bla bla público, deberíamos hablar de lo que podríamos hacer cada un@ y como sociedad ante ésta, la mayor catástrofe que hemos padecido en nuestras vidas. Podría ser que hablando de otra cosa que del Poder podamos cooperar en formas de aliviarla.

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