El tristísimo accidente en la Línea 12 del metro de la Ciudad de México tiene encendidas las bocinas de la Oposición a la 4T.

En el tremendo accidente y en su veintena de víctimas inocentes la Oposición quiere encontrar las claves de lo que será la elección en el 2024 de un sucesor al presidente López Obrador.

El accidente, pregona la Oposición, significa la debacle de los dos sucesores naturales al presidente: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. En la aparatosa caída del tren han caído de antemano sus candidaturas, destrozadas.

Asombra la ingenuidad de esta versión. Su estrechez de miras. Su desatención a la máxima principal de la adivinación en asuntos de política. A decir, el futuro nunca consiste en el arreglo de las piezas obvias del rompecabezas del presente. Siempre implica más piezas que vienen de los costados de la realidad.

Mientras estamos absortos en la tragedia de la Línea 12, en los costados de la realidad, sigue construyéndose la candidatura de un empresario con reciente afición al espacio público: Ricardo Salinas Pliego. Un hombre que un día sí y otro también, trabaja en perfilar una imagen disruptiva, cifrada en dos premisas.

Soy rico y soy banal.

Es decir: soy un ejemplo de cómo trascender las dificultades materiales de la vida, a través del dinero y el desdén al peso del sufrimiento ajeno.

Su táctica está perfectamente alineada a esos dos valores. Realiza cada semana rifas por Twitter de dinero en efectivo o de motocicletas. Contrata por Twitter a quién le rinda pleitesía pública. Pregona la facilidad de enriquecerse si uno es ligero de moralidad y de sentimientos. Amaga comprar Twitter para poder desterrar de ahí a sus críticos y comprar la revista Proceso para convertirla en el TV Notas de la política.

Y en todo eso, presume un desprecio a los “densos” de nuestra cultura: los intelectuales, los periodistas, los políticos con ideales, los activistas de la sociedad civil y los dolorosos pobres.

Las almas pesadas del sistema.

En contraste, Salinas es un libertario de espuma: lo dicho, el pregonero de lo banal y el dinero. El Trump al mexican style. Nuestro Bolsonaro sin lo agrio y sin la religión. Berlusconi sin la afición a los burdeles.

A quién esto escribe no le cabe duda lo que media sociedad haría en el caso de tal candidatura: reunirse en torno al candidato o candidata que represente lo opuesto a Salinas. Probablemente Marcelo Ebrard o Claudia Sheinbaum.

Y tampoco me cabe duda de que la otra mitad se quedaría lampareada por la oferta colorida del libertario y sus soluciones ligeras y bonitas como globos de helio.

Salinas sería el candidato a presidente más peligroso que jamás hayamos imaginado.

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