No se puede quedar bien con Dios y con el Diablo. Tampoco se puede quedar bien con el pueblo cubano —y su derecho a la libertad y al bienestar—, y con la fallida dictadura de Cuba .

Los que conocemos ese régimen desde adentro y somos de Izquierda, somos los que menos que nadie debemos intentar la tibieza de intentar conciliar ambas cosas.

Los que conocemos las pláticas medrosas a media noche de los cubanos hablando de la escasez, los que conocemos las fiestas en la oscuridad de las playas de los cubanos y las cubanas gays, los que conocemos las angustias de los universitarios cubanos ante un horizonte cortísimo de oportunidades laborales, los que conocemos a la Stasi cubana y sus comisarios de cada cuadra habitacional, con sus odiosos reportes al gobierno de chismes de vecindario, los que conocemos de primera mano a una nueva generación de artistas cubanos que viven amordazados.

Esos que lo conocemos de primera mano, y además somos de Izquierda, tenemos que reconocer lo evidente. El experimento de la Izquierda dictatorial cubana se petrificó hace ya tres décadas y desde entonces ha traído a la isla un gran sufrimiento —y casi nada más.

Así lo ha reconocido Luiz Inácio Lula da Silva , ex presidente de Brasil:

—Yo creo que el pueblo cubano tiene todo el derecho de salir a las calles, de pedir la libertad, tiene el derecho de pedir más comida en la mesa y más energía.

Más explícitamente, el propio Nicolás Maduro , presidente de Venezuela, reconoció que el bloqueo de Norteamérica a Cuba se ha vuelto un mal “pretexto” para condonar el fracaso económico de la dictadura y el consecuente dolor que inflinge a los cubanos:

—Yo no acepto el bloqueo gringo como excusa —dijo exasperado ante el micrófono. —A nadie le acepto esa excusa. A nadie. Si a usted lo han puesto al frente de una responsabilidad, usted tiene que parir resultados y parir soluciones.

Sí, la dictadura de Izquierda de Cuba se petrificó el siglo pasado y desde entonces no ha sabido cómo entregar a los cubanos la abundancia, la libertad y el bienestar.

Y digo que sobre todo somos nosotros, los que creemos en la narrativa de Izquierda, los que debemos abogar por una apertura pausada y premeditada de la dictadura, porque de no abrirse esa dictadura desde adentro, lo que sucederá en Cuba será aún más catastrófico de lo que ahora mismo ocurre.

La dictadura se abrirá desde afuera con violencia. La abrirá Estados Unidos de América. O bien colapsará en el caos. Y entonces una Cuba con un gobierno descabezado, será invadida por el Capitalismo salvaje , y las enormes ganancias que le trajo la Revolución, en cuanto a educación, igualdad y salud, serán avasalladas.

Y Cuba volverá a ser el casino de los grandes capitalistas de Miami . Como hongos brotarán los hoteles y los condominios en las hermosas playas cubanas, y los isleños, así sean médicas, pintores, abogados, filósofas, ingenieros, se volverán, como fueron otrora, meseros, mucamas, guías de turistas, prostitutas.

Que se abra la dictadura desde adentro y con un plan premeditado, para el bien de los cubanos. Eso, me parece a mí, es la única vía próvida en el horizonte.