El Feminismo es el iceberg contra el cual el capitán Andrés Manuel no se cansa de estrellar su buque.

La primera vez que lo estrelló, mientras el buque aún se bamboleaba por el choque, agarrado a un barandal para no perder el equilibrio en el bamboleo, le dijo a su tripulación:

—No existe. No se distraigan de la ruta. Fue una alucinación . Volvamos rumbo a proa.

Y con aire sereno y decidido el capitán volvió a estrellar el buque contra el iceberg.

Y esta vez el buque crujió y su popa se abolló y el iceberg se cuarteó –e hizo lo que hacen los icebergs cuando se cuartean: dejó entrar por sus grietas toneladas de agua a su interior, donde se congeló, y así el iceberg duplicó su tamaño.

Con ojos asombrados los marineros en cubierta lo vieron alzar su pico de hielo aún más alto hacia el cielo azul.

Eso mientras el capitán Andrés Manuel en la cabina de mandos estudiaba con una lupa los mapas y no encontraba ni trazo del iceberg.

(Pequeña advertencia al lector:

Esta es una historia verídica y tristísima, porque su épica es absolutamente innecesaria: su único saldo fue para el valeroso capitán, cuyas órdenes perdieron en cada choque contra el iceberg algo de su autoridad.)

Pues bien, el capitán volvió a cubierta y de pie en la proa abollada lanzó su nueva y heroica orden:

—¡Marineros! , ¡vamos, a toda velocidad, contra ese iceberg que no existe!

La tripulación apretó los dientes y apretó los labios, porque al capitán no se le contradice, en la sala de máquinas los motores rugieron al llegar a su tope de poder, y en popa un centenar de marineras lloraron en silencio y una de ellas, desesperada, se puso una llanta roja y veloz se lanzó al océano.

Y el buque entero se fue otra vez con toda su potencia directo contra el iceberg mientras los marineros y marineras abrían las bocas en un largo ¡aaaaaaaaaaaaaaah…!

Continuará…