En el sur es donde la memoria ningún recuerdo omite, dice el poeta uruguayo. Así, es increíble qué rápido están intentando hacernos olvidar cómo y dónde acaban las presidencias imperiales y las obras públicas faraónicas. Es increíble cómo quieren hacernos olvidar a dónde nos condujo la presidencia que en 1994 terminó con un 77% de popularidad y una situación fiscal precaria. No son lugares ni situaciones que quisiéramos volver a vivir. El guinda no es el color que puede augurar algo bueno para México y eso cualquiera que sepa hacer sus cuentas lo puede ver en el horizonte.

En el norte con su ritual de acero, sus grandes chimeneas, y con sus llaves del reino —regresamos a la cita poética— van a evaluar muchas cosas sobre el destino inmediato de México: la salud fiscal (que declina), las condiciones de la deuda soberana (que se deteriora), las garantías para la inversión y el respeto al estado de derecho (que se desintegra), las condiciones de la infraestructura básica (que va de apagón en apagón). La realidad es que esos son los datos y no los “otros datos” que los actores globales van a escudriñar y con ello van a decidir qué hacer o qué no hacer en nuestro país, y las cosas no serán halagüeñas para el guinda.

Es doloroso, pero hay que decirlo, Morena aspira a que México se quede en el sur eterno, administrando el hambre disponible, y hacer rehenes a millones con ese plan. Es una tragedia porque la idea de que el sur existe es una idea de redención, la de que a pesar de todo saldremos adelante. Morena traicionando los ideales de izquierda quiere que nuestro país se quede en la pobreza permanente, se quede inmóvil y eso es inaceptable. Nuestro plan para el futuro no puede ser que México retroceda. La resistencia al imperialismo, al neoliberalismo, al clasismo, al conservadurismo no tiene sentido si solo plantea resistencia y oposición sin plan concreto para la redención. Ahí es donde Morena se estrella.

El sur con su esperanza dura y su fe veterana solo tiene sentido, si vamos a construir lo que todos queremos y no solo concentrarnos en lo que unos cuantos odian. De nada sirve dedicarse a ajustar cuentas con la historia si no hay nada viable para el futuro. El futuro requiere crear prosperidad y la prosperidad solo es posible si hay crecimiento, emprendimiento, libertad, aspiración y diversidad.

Que el sur existe solo tiene sentido si entre todos logramos lo que era un imposible. En México la división ha sido posible, la guerra civil ha sido posible, la polarización ha sido posible, el crecimiento sin democracia ha sido posible y la democracia electoral sin los beneficios sociales esperados también ha sido posible. Lo que ha sido imposible es la democracia de resultados que nos unifique. Eso es lo que hoy podemos alcanzar.

El papel histórico de Morena ya concluyó: el grito de furia y la catarsis de una democracia adolescente. Hasta ahí llega su liderazgo, no da para más y ya se nota. Ahora, de frente al 2 de junio, pensando en ese sur de hombres y mujeres que saben a qué asirse, es tiempo de completar la tarea y de verdad emprender una verdadera transformación nacional y escribir una nueva historia.

Eso se hará realidad con participación, con votos, con la ciudadanización de la política, con una democracia que, en la pluralidad, la libertad, la certidumbre y dando prioridad al bienestar común lleve al país a un capítulo nunca visto: un país libre en la ley, libre en instituciones que rinden cuentas y libre en la condición social de todos. Eso será un poema de nación, el verdadero milagro mexicano.

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